Y al despertar
VVV [Trippin’you]
Cómo levantar
Lo que siempre está
Sobre tu sombra
A de Aguedita, de ansiedad, de a dónde coño se ha ido todo el mundo. B de bar de viejos, de bailar, de C de central térmica, de cuentos. D de demolición, de domingo, de dolor de barriga. E de ermita, de éxodo, de España vaciada. F de facendera, de follar, de fin de fiesta, de filigrana. G de gallos, H de historia, I de invisible, J de judas, de juventud, K de kilo de cemento, L de ladrillo, de lumbre. M de mentira, No de no future, de náusea, de nunca. O de ojeras, P de parking, de pintada, de paro. Q de qué pasó con la hija de El de los Piensos, R de rave, de raíces, de ruinas, T de tunning, de ternura, de trabajo, de tristeza, V de v´´omito, vatios, venganza, verbena, Z de zarandearse.
Facendera, la primera novela de Óscar García Sierra (Anagrama), es una de esas novelas que correrán como la pólvora por el boca-oreja, que le prestarás a una amiga con la sonrisa torcida y que, como la angustia, se trasvasará de un cuerpo a otro para hablar de las miserias y el fuego y los vatios y los rumores de un pueblo que podría ser el tuyo, donde dios aprieta pero no ahoga, los ladrillos aplacan al monstruo de la angustia y el amor y el asco derrapan de la mano como el piloto y el copiloto de un coche tuneado en una curva. Su luz intermitente es la de la farola en la plaza que lo observa todo, su canción es el sonajero del dolor en la barriga que no deja dormir a nadie. Su historia afilada es la del rural desmantelado, saboteado, olvidado; la de una generación carcomida por el desencanto, de jóvenes tristes como perros que temen al futuro y celebran la demolición de todo. Es punki y poliédrica y adictiva y te dan ganas de volver a leerla nada más acabarla. Luce chillona como un matasuegras en un cementerio o una rave en una iglesia: sus personajes malheridos, sus misterios hechizantes reverberarán en tu pecho como tecno de domingo.
´´Óscar García Sierra nos recuerda la importancia de contarnos la vida a nosotros mismos, de reconstruir un subconsciente común de bar, de tanatorio, de pandilla. De poner el oído al fondo de la fiesta y que nuestros ojos se pongan de nuevo fosforitos, intrigados por el destino de esas personas reencarnadas en nosotros. De los chulos con mal fario y las chavalas destinadas a consumirse en un chispazo, como centrales de carbón apagadas antes de tiempo. No hay nada mejor que una buena historia resucitando una vez y otra.
Personalmente me lo he pasado bomba con esta matrioska de jóvenes deslenguados y cansados, con estas peleas de gente herida y secretos guardados por las tapias de los corrales, los bancos de las iglesias y las puertas de los baños más hediondos. Facendera es una novela que quedaría de perlas en cualquier estantería entre Encargo de Berta Marsé (Anagrama) y Al final siempre ganan los monstruos de Juarma (Blackie Books). También encaja con los tentáculos oscuros de La Escapa en Amor de Sara Mesa o con la angustia de gasolinera, desierto y polígono de los relatos de María Bastarós.
¿Mi consejo? Saca una cerveza bien fría, coge unos alicates para la demolición, súbete la capucha, ponte de fondo el neobakalao triste de VVV [Trippin’you] y siéntate a escuchar. Aún no sabes lo que es la Facendera, pero tú también formarás parte de ella dentro de muy poco.
Imagen de portada | Juan José Aparicio Arriola/Flickr