Tengo astigmatismo mixto y un oído mediocre. En definitiva, mis sentidos no son cosa de otro mundo, pero saco pecho de tener un olfato privilegiado. Un don raro que da muchas alegrías en forma de recuerdos y que al minuto siguiente, puede provocar náuseas. Voy por la calle repasando colonias de memoria, como el tipo de El Perfume, pero sin cringe. Sé cuando alguien se echa desodorante aunque esté en el piso de arriba, detecto los cambios de champú de mis amigas, conozco las notas sutiles del verano y del invierno en el aroma irremplazable de la casa de mis padres, y por supuesto, también rastreo con mi hocico de sabueso la basura, la putrefacción, las axilas que cantan a sudor o la ropa húmeda en un ratio bastante amplio. Quizá por eso me ha cautivado tanto (y divertido, pese a la parte funesta o, mejor dicho, gracias a la misma) Asco, la primera novela de la periodista porteña Carolina Perrot. También es el primer título de la joven editorial Maraldina, un proyecto que nace para publicar narrativa escrita por mujeres.
En Asco el olfato es el sentido primordial y un concepto vertebrador para establecer la diferencia entre la vida y la muerte, entre lo sano y lo podrido, lo que se desvanece y lo que está por venir. La dueña de tan sofisticada pituitaria es Laura, una doctora con coraje, mala leche y un sentido m´ágico de las casualidades que lidia con problemas burocráticos, un matrimonio más aséptico que las camillas de la morgue y que no sabe dónde está el feto muerto al nacer que una madre reclama para darle sepultura aprovechando el ritual de Ángeles Somos en Corrientes, destinada a rememorar niños difuntos.
Tiene Asco toda la frescura de una road movie catastrófica, triste pero chispeante, un viaje poblado de personajes curiosos (aunque quién es normal de cerca, eh), de obsesiones y enfermedades, de rituales y esperanzas escondidas en pueblecitos remotos, golpes y reveses, gusanos y hielo, favores e infortunios y canarios muertos, y espíritus de bebés, y ataúdes que parecen juguetes, y muchos olores. Aunque nauseabundos, los peores olores nos recuerdan que estamos vivos. Que el deseo, que dijo Buñuel que era exactamente lo opuesto a la muerte, sigue cabalgando por nuestras venas a su antojo. Ya sea de huir para encontrarse, de un polvo o de un choripán bien caliente. Olé por Carolina Perrot. Que esta tragicomedia negra, nocturna y afilada sea la primera de muchas. Y que nunca falte hielo para conservar en la heladera el tiempo (o el cuerpo) congelado hasta llegar al destino.
«Laura no está segura de que se trate de un tema de gustos, pero es cierto que se siente atraída por lo feo. La roncha, la protuberancia, lo inflamado, lo que supura. La sangre, el pus, las secreciones, lo deforme. Lo que falta. Lo que sobra. Cualquier cosa que justifique la existencia de la exageración y que anule el sentido de lo exacto».
Imagen de portada | Oiluj Samall Zeid/Flickr