Cuando pesa el vivir | Reseña de Ceniza en la boca de Brenda Navarro

Reseña de Ceniza en la boca de Brenda Navarro

«Eso es la familia, un sitio donde te dan techo y comida a cambio de estar atrapada con un puñaíco de vivos y otro de muertos»

Carcoma, Layla Martínez

Nadie le da una somanta de hostias tan certera a la literatura actual como Brenda Navarro. Sin airbag, sin Betadine, sin analgésicos ni edulcorantes, sus novelas abren la realidad y muestran lo feo y lo difícil de estar vivas en un mundo cada vez más hostil, como quien pone un pescado recién destripado bajo una luz cenital. Publicada por Sexto Piso España, Ceniza en la boca muestra con dureza las miserias del capitalismo, el racismo cronificado en nuestra sociedad, los cuchillos de la maternidad y sobre todo, lo que va antes y lo que sucede después de un suicidio. La depresión, el desarraigo, el machismo y la violencia repiquetean por sus páginas, y su historia sigue tañendo como una campana después de la última línea.

«Diego salta desde un quinto piso y desde entonces esa imagen no deja de taladrarle la cabeza a su hermana: seis segundos y un cuerpo estrellándose contra el suelo»: la protagonista encarna su propio síndrome de Ulises y recorre las viñetas de una vida errante dando tumbos por México, Madrid y Barcelona. Un viaje físico y emocional por un mapa de curros precarios, parejas condescendientes, una madre distante, activismo pop aplastando el discurso de las mujeres migrantes, muertos sin enterrar, la cruz de un hermano lleno de rabia y sobre todo, el silencio, el goro goro, el vértigo de la desaparición y de la pérdida.

Ceniza en la boca remueve, revuelve, mastica, azuza. Como un puñado de brasas en la boca del estómago, un testimonio descarnado, una carta llena de preguntas sobre el pasado, de inc´ógnitas hacia el futuro. Pocas novelas nos hacen más conscientes del privilegio de ser blanca o universitaria, de las manchas grasientas del sistema, de la sordera ante el dolor de quien quiere quitarse del medio. Al día siguiente solo queda el murmullo de los vecinos y quizás, la sangre que no se ha limpiado bien de la acera. Como dibuja la editorial en su contraportada, ¿qué vidas merecen la pena ser vividas?

Ceniza en la boca me ha gustado tanto o más que Casas vacías. Ambas esbozan una literatura escarpada, caliente como el asfalto, tan cruda como la vida. Yo las llamaría literatura del vacío: del que dejan los desaparecidos, las muertas, los apaleaos, las mucamas, los nadies de los que hablaba Galeano. Es también una novela sobre los nudos que amarran y ahogan a las familias, sobre la nostalgia de una vida que pudo ser empaquetada en un disco de Vampire Weekend, sobre haber sido felices y libres alguna vez, nadando, antes de que el mundo lo destrozase todo.

Imagen de portada | Brooke Raymond/Flickr

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