Alma fanzinera, corazón punk | Entrevista a María Bastarós

Entrevista a María Bastarós

María Bastarós (Zaragoza, 1987) crea tantas cosas distintas que podría tener siete vidas, como los gatos. Además de haber escrito mi libro preferido de 2019, esa bomba inclasificable llamada Historia de España contada a las niñas, es coautora con Nacho M. Segarra y las ilustraciones de Cristina Daura de Herstory, un caleidoscopio feminista y fosforito, le sigue pirrando hacer y leer fanzines, es comisaria de exposiciones artísticas, lanzó la plataforma QuiénCoñoes, escribe artículos y estupendos relatos, hizo pinitos de dj, sigue adorando a Nabokov y se hizo viral en la jungla de Internet por ofrecernos «un cuartito para nosotras solas, como la Virginia Wolf». La alegría de la cuarentena es poder charlar con ella de inquietudes, DIY, contracultura, librerías de barrio, infancia, proyectos futuros y creación en este mundo convulso. Sácate una birra fría de la nevera y disfruta, al menos, la mitad que nosotras.

Comencemos por el principio de los tiempos: la infancia, ese lugar en el que comienzan las inquietudes y se prende la chispa de toda revolución. ¿La María pequeña ya soñaba con ser escritora y ponerlo todo patas arriba?

Hasta los doce años fui una de esas crías que leen y escriben sin parar. Mi abuelo tenía una máquina de escribir en su despacho y yo pasaba allí tardes enteras, rumiando historietas protagonizadas por mi niñera Azucena. Cuando su novio la abandonó tuve la terrible idea de hacer un cuento titulado Antonio regresa junto Azucena o algo similar, y regalárselo. Escribir era una forma de parchear la realidad. En aquella época gané algunos premios de escritura, me quedé tercera en el mítico concurso de Coca Cola, era una niña que escribía pero no quería ser escritora. Mi idea era estudiar Novela Gráfica en la Escuela Joso de Barcelona y dedicarme a hacer cómics. La novela gráfica me pirraba. Estuve tres años allí, pero la verdad es que yo no dibujaba bien, y además no le dedicaba el suficiente esfuerzo como para acabar haciéndolo. Empecé a editar fanzines, algo que he seguido haciendo hasta ahora. Lo mío era la parte de guión, pero sobre todo y por encima de todo lo mío era la fiesta, así que no le saqué gran partido al grado. Al final no me quedó otra que regresar a Zaragoza y empezar otra carrera -historia del arte- un poco no estar mano sobre mano mientras buscaba “un trabajo de lo que fuera pero relacionado con escribir o pintar o diseñar o algo así”. Me reciclé en forma de empollona -aunque no pisé la facultad un solo lunes- y me dio muy fuerte por el ensayo, tanto artístico como político. Cuanto más me politizaba más abandonaba el interés por la ficción, de hecho leer novelas me parecía una pérdida de tiempo. Todo lo que no tuviera un enfoque político o social, realista, me resbalaba. Podría decirse que con los años el ensayo se me acabó haciendo bola, y regresar a la narrativa despertó una parte de mí que había estado matando de inanición sin darme cuenta. Nunca he dicho algo como quiero ser escritora, no tengo una vocación definida. Me gusta comisariar exposiciones, hacer los textos didácticos que acompañan la selección de obras, me gusta investigar, estudiar. La creación forma parte de mi vida a todos los niveles, es mi forma de estar en el mundo y de acercarme a él, pero no soy una persona ambiciosa en ese sentido, no deseo ser nada en particular: a lo único que aspiro de verdad es a hacer lo que me dé la gana sin tener que responder ante nadie. Eso sería maravilloso. Cualquier forma de autoridad me provoca un rechazo muy visceral.

¿Qué referentes culturales -canciones, programas de televisión, pelis o libros- llevas tatuados en la memoria desde tus primeros años?

De cría era una una obsesiva de la música -creo que hay una edad en la que nos pasa a todas- aunque hoy en día no soy en absoluto melómana. Sigo escuchando lo mismo -Jesus and Mary Chain, My Bloody Valentine, Vanilla Sister, shoegaze noventero al final- y la verdad es que percibir en mí esa pereza por descubrir nueva música me da bastante pena. Durante un tiempo pinché en un bar de Zaragoza, El Mar de Dios. Tenía dieciocho años y era una loca de Crass, Melt Banana, Lightning Bolt, Grabba Grabba Tape y cosas así. La gente sencillamente se marchaba de mis sesiones: más espacio para bailar. Mi nombre de dj era Cecilia Megamuerta, ahí es nada. No voy a explayarme con referentes porque me eternizaría, pero siempre he dicho que Frasier y Doctor en Alaska configuraron mi personalidad, no sé cómo saldrán las chavalas de ahora con tanta producción serial pero para mí ese par de series constituyeron un aprendizaje muy profundo, mucho más de lo que cabría esperar. También los cómics de Daniel Clowes, de Charles Burns, todo el underground americano -aunque ya le tenía manía a Crumb- el germen del feminismo se me inoculó prontísimo: de Bikini Kill y las Slits a los cómics de Love and Rockets y Phoebe Gloeckner y de ahí a Feminismo para principiantes de Varela, que fue el primer ensayo de feminismo que leí. De narrativa solo consumía literatura rusa, es algo que nunca he entendido muy bien pero fui muy lectora de Dostoievski, Chejov, Bulgakov… y de Nabokov, claro. Nabokov me encanta, incluidas las primeras novelas cortas, Mashenka, El hechicero, La Verdadera Vida de Sebastian Knight. Hasta me compré los tomos de sus clases de literatura europea.

Tu biografía es pura explosión de actividad desde diferentes flancos de creación. Estudias historia del arte, te especializas en gestión cultural, escribes, das conferencias, comisarías exposiciones e incluso diriges la anti-jam poética Aullido. Antes de centrarnos más en la parte literaria, ¿cómo ven la luz tantas inquietudes dispares a lo largo de tu vida?

No me gusta hacer siempre lo mismo, pero es cierto que todo lo que hago está vehiculado por la creación y a la vez por una visión bastante politizada de la existencia y la cultura, que es inherente a mí. Empecé a editar fanzines con dieciocho años, el primero se llamaba Macabro de comer un zombi y lo hacía con mi mejor amiga, Pilar. Éramos unas crías muy punkis y muy pringadas a la vez. Ella era extraordinariamente culta y dibujaba genial, nos pasábamos el día tramando. Todo lo que he hecho es una continuación de ese momento, mi vida consiste en fabricar, da igual si es un artículo periodístico, un fanzine, una idea para un recital, cartelería, una novela, un proyecto comisarial. Así es como funciono. He intentado ser profesora -al final todas queremos un sueldo fijo- pero no acabo de encontrarme en algo tan estructurado.

María Bastarós
Conferencia «Identidades y políticas en el arte contemporáneo en el Centro Ebro

Hace unos meses comisariabas la exposición Ultravioleta en Zaragoza, dentro de la que saltaba la polémica por la obra No violarás, de Regina José Galindo. Los medios se hicieron eco de ella sin conocerla ni consultar adecuadamente a las responsables, incluyéndote a ti. ¿Cómo afecta a la sociedad este proceder tan habitual de la prensa de escupir información sin digerir ni masticar nada?

Encaja perfectamente con nuestra forma de consumir la información, la verdad. Ese tema en concreto fue muy bien subsanado, aunque Telecinco dio una versión muy sensacionalista Telearagón se encargó de llamarme y hacerme una entrevista sosegada, en la que se habló de la obra de Regina y de cómo había reaccionado ante ella la ciudad. Es una obra muy potente: ella situó un cartel inmenso con el texto NO VIOLARÁS en una de las carreteras por las que se accede a la ciudad de Guatemala, como un anuncio más, en un tramo en el que se habían cometido numerosos secuestros y violaciones de mujeres. Ese lenguaje de reminiscencias tan religiosas, NO VIOLARÁS, estaba pensado para interpelar a una sensibilidad muy presente en latinoamérica; en España debo decir que no tanto, por lo que la obra se percibió de manera distinta. Se dispuso en la plaza de la universidad y en la del Pilar, como una pincelada de la exposición fuera de sala, y poco a poco los soportes se fueron llenando de pintadas: Viva Vox, Arriba España, etc. Acabó convirtiéndose en un lienzo bastante ilustrativo de a quién ofende qué.

El Do It Yourself lo llevas en vena. Sacaste a la luz a numerosas artistas mujeres invisibilizadas en la plataforma Quién coño es y publicaste artículos en medios como Diagonal, hoy reconvertido en El Salto Diario o Tentaciones. También editas los fanzines Brochetas de cosas emocionantes y Napalm Springs (Ediciones Motocobra). ¿Qué importancia tiene la autogestión en tiempos de neoliberalismo voraz?

Para mí la autogestión es una herramienta imprescindible dentro del mundo contemporáneo. Voy a incluir en eso a las editoriales fuera de los grandes grupos, que editan de una forma distinta y movidos por otros objetivos, como Antipersona. Hay que fabricar relatos, no solo consumirlos. Fabricar nuestros propios relatos es abrir la puerta a otras posibilidades de futuro, a otras formas de organización, a otras ideas. Sin autogestión todo estaría manchado, todo nos sería ajeno.

María Bastarós y Mr Perfumme
Fanzine de poemas de Mr. Perfumme y María Bastarós. Ediciones Motocobra / ¡Puedes descargártelo aquí!

Hablamos de tu amor por el fanzine, un formato contracultural cuyo encanto y fuerza sobrevive a Internet. ¿Acabará muriendo la prensa escrita y la llama del fanzine seguirá viva?

El fanzine tiene la particularidad de reunir gente en torno a él, de propiciar encuentros, comunidad. Su difusión por internet es genial, pero es muy importante que perviva como algo físico que genere lazos más profundos que la red. Aunque Internet nos ha regalado muchas cosas -¿el 15M o las manifestaciones de la plaza Tahrir habrían existido en la era pre internet?- también nos aleja de lo local y lo próximo, hay que estar muy vigilantes a ese respecto. Creo que la muerte del fanzine sería muy sintomática, un adiós al deseo de cambio. Pero los formatos y los tiempos cambian, así que esto lo digo con la boca pequeña.

En varias entrevistas has hecho una defensa de la libertad absoluta en la ficción. ¿Crees que vivimos tiempos oscuros en este sentido? Por un lado una mirada crítica sobre la literatura que consumimos puede arrojar perspectivas interesantes, pero por otro juzgar moralmente determinadas obras también resulta problemático.

Yo creo que uno debe escribir la ficción sin cortapisa alguna, el grado más alto de capacidad intelectual para mí es entender de dónde viene una ficción y qué está reproduciendo, poder analizarla desde ahí sin privarle del derecho a existir y ser capaz de apreciar su calidad si la tiene. El problema es la acumulación: yo sinceramente no soporto determinados clichés ficcionales, y ya no porque reproduzcan un determinado imaginario -que lo hacen- sino porque carecen por completo de ingenio. Cuántos thrillers comienzan con el cadáver de una mujer en el bosque, en fin, ¿todos? Es un auténtico pestiño. Pero seguro que mañana alguien escribe una novela extraordinaria que empieza así. Lo que a mí me interesa de todos modos es cada artefacto en particular, las soflamas del tipo todo debe ser autobiográfico, todo debe ser ficción, la literatura auténtica es nosequé, la poesía con mayúsculas es blablablá, me parece una ridiculez. Hablar de los formatos de producción literaria como si fueran entes a los que se debe algún tipo de respeto es de traca.

¿Caminamos hacia un pensamiento único y polarizado, sin gamas de grises, o cada vez más hay espectro para más voces disidentes?

Hay mucho de eso primero y es muy poco halagüeño. Lo dicotómico nunca da buen resultado, es limitador y muy pobre a nivel intelectual. Creo que tenemos que atrevernos a hablar desde posturas menos cerriles, ahora mismo eso supone hacer un esfuerzo y a menudo llevarse algún que otro rapapolvo, pero es imprescindible para hacer hallazgos. Eso no significa quedarse a medias con determinados asuntos o no saber cuándo hay que cargar las tintas o quemar un contenedor. No sé si he contestado a tu pregunta, la verdad.

Me gustaría que nos hablases de tu lado más poético. Tu poema Amigas corrió como la pólvora al hacerse viral en redes sociales, pero también el resto de tus versos rezuman humor, punk y crítica social. ¿Qué significa la poesía para ti en la actualidad y cómo concibes su proceso de creación?

La poesía no significa nada para mí, es un formato que me viene bien para expresar algo rápido, divertido, el mejor contenedor para el continente espontáneo, chorras, delirante. Amigas tuvo mucho éxito porque el guiño era muy cómplice con un determinado público, las chicas de mi generación -y alguna menos- que hemos combinado las raves y los afters y las lecturas de ensayo feminista. Tras su viralización algunas mujeres me escribieron para pedirme respeto a la figura de Virginia Woolf. Estoy segura de que Virginia se hubiera comido alguna que otra rula si hubiera habitado el mundo contemporáneo.

Este 2018 hiciste doblete. Además de tu premiada novela publicada con Fulgencio Pimentel y la Casa Encendida, publicabas Herstory. Una historia ilustrada de las mujeres. ¿De dónde nace el germen de este proyecto junto a Nacho M. Segarra y las ilustraciones de Cristina Daura?

Herstory fue un encargo, pero se convirtió en una experiencia muy gratificante. Adoro a Nacho y a Cristina y los admiro por muchos motivos tanto a nivel personal como laboral. Creo que todas nos esforzamos por hacer el libro que nos hubiera gustado tener con dieciocho años. Hay de todo ahí, desde afrofuturismo o performance a las kellys o el síndrome de la impostora, la histeria y calibán y la bruja. Fue un placer dedicarme en cuerpo y alma a un proyecto de investigación, investigar es un proceso con el que me siento muy a gusto, me gusta seguir formándome, aprendiendo, reunir información, cribarla, hilarla para extraer un determinado análisis. Y el resultado en el caso de Herstory me dejó muy satisfecha, Nacho sabe muchísimo y trabajar con él es una maravilla, al margen de que transitáramos por nuestros momentos de estrés, de los que procuramos también aprender.

Además del deslumbrante diseño o del mundo que nos abren los textos de Herstory, personalmente una de las cosas que más me ha gustado de esta obra es su carácter interseccional, con nombres tan diversos como las chicas Seitō, Sojourner Truth, Zitkala-Ša, Amaranta Gómez Regado, Gloria Andalzúa, Angela Davis… Algún despistado esperaría seguramente encontrar en el libro a Ana María Botín o qué se yo, a Margaret Thatcher. ¿El feminismo será transfeminista o no será?

Para mí el feminismo es otro movimiento de liberación más, no tiene sentido si no se vincula al antiracismo, el decolonialismo, la lucha por los derechos de las personas trans, la lucha obrera, la anti globalización… Por razones obvias me siento más vinculada al feminismo, conozco los resortes de la opresión femenina desde dentro -y en mi caso mucho, además- pero Inés Arrimadas no tiene más capacidad que un minero para interpelarme porque menstrue una vez al mes. Las cosas claras. El esencialismo no es lo mío.

María Bastarós y Cristina Daura
Presentación de Herstory con Cristina Daura

Dentro de esta Herstory, ¿tienes alguna favorita cuya historia te ponga especialmente la piel de gallina?

Hay demasiado temario ahí para extraer un nombre, y creo que a veces los nombres nos alejan de la idea de lo colectivo, que en todo movimiento debe primar aunque existan individualidades muy potentes. Me interesan mucho análisis como los de Betty Friedan o Susan Faludi, que al final son un poco lo mismo: cómo y mediante qué mecanismos se responde culturalmente ante los avances de determinados colectivos. La mística de la feminidad, el backlash, el auge de la ultraderecha que estamos viviendo ahora mismo: todo bebe de un mismo impulso represivo, que puede resultar seductor en uno u otro sentido. Tras la incorporación de las mujeres al trabajo remunerado durante la segunda guerra mundial, la mística de la feminidad hizo atractivo el ser ama de casa, el descanso del guerrero, la reina del hogar -aunque bastantes de esas reinas del hogar metieran la cabeza en sus propios hornos. Hasta justo antes del covid, la épica fascistoide del macho estaba muy subidita, y tiene muchos adeptos. La pandemia ha desleído todo esto de momento, y veremos qué imaginario se conforma una vez regresemos a la actividad. El otro día decía Nerea Pérez que este era el momento para generar una épica de los cuidados, porque quienes nos están salvando son las personas dedicadas a la salud, al abastecimiento, las redes vecinales… llaman a esto “guerra” pero está quedando más que claro que la vida se mantiene con cuidados, no con violencia.

Pasando a tu maravillosa Historia de España contada a las niñas, lo primero que llama la atención, además de tocar temas rabiosamente actuales con los que pocxs se atreverían, es el cóctel de géneros que impide clasificarlo: thriller, western, un poquillo de ciencia-ficción, drama, esperpento, literatura de quiosco, crónica y hasta te da tiempo a asomar tu voz y apelar directamente al lector. ¿Cómo surge una idea tan loca de novela en tu cabeza y cómo es el proceso de escribirla?

La verdad es que fue un proceso muy libre, nunca había escrito algo tan largo y mi única intención era explorar y divertirme mediante la ficción. Digamos que vomité todo lo que había en ese momento rondando por mi cabeza, todo lo que me habitaba, aunque fuera en pequeñas cápsulas, y cada una tomó la forma que quiso. No había una idea concreta en mi cabeza antes de empezar a escribir, fue un acercamiento a la ficción, un ensayo, y hubo momentos en los que disfruté muchísimo, más de lo que disfruto investigando o haciendo otro tipo de textos, de una forma más explosiva, casi un pequeño colocón. En la novela que estoy haciendo ahora el proceso está siendo mucho más metódico, más calmado, sé lo que estoy haciendo, no es tan espontáneo pero también lo estoy disfrutando mucho. No dedicaría un minuto a escribir ficción si no lo disfrutara, da muy poco dinero.

María Bastarós

Pese a ser muy coral y tener muchos protagonistas, todos ellos son complejos y especiales y además, tocas temas no siempre muy presentes en la literatura. Tienen cabida el deseo en la vejez, la sexualidad disidente, el barrio, las raves, los pueblos, las drogas, las alianzas entre mujeres rurales, la venganza, el trauma, el feminismo, la contradicción y mucho más. ¿Ha habido algún personaje especialmente relevante para ti?

La verdad es que todos lo son. Muchos considerarían que un libro tan fragmentado, en el que algunos personajes están solo dibujados, no es un libro de «personajes», pero para mí lo es. Pienso en Miguel, en las gemelas Valeria y Miranda, en la conferenciante y en Lucy Clark como si existieran, es algo inconsciente, pero mi relación hacia ellos es horizontal. Existen al margen de mí. Si tuviera que escoger un personaje en concreto sería Lucy Clark, me evoca algunas cosas que amo, la soledad, el desierto, Estados Unidos.

Ha habido dos cosas que me han llamado mucho la atención en la novela y que me parece un hilo muy potente entre las historias: el poder de lo primitivo y de lo ritual que llevamos dentro, ya sea desde las drogas, los ritos simbólicos, el fuego, la pintura, la caza como demostración de la masculinidad, el sexo, el viaje… ¿Vivimos en un mundo artificial en el que parece que nos hemos olvidado de nuestra parte más animal y también de la más ancestral?

Los rituales siguen muy presentes, pero como algo civilizatorio, que te incorpora a la comunidad en un determinado lugar, como es el caso de una boda, o incluso un interrail. De lo que nos alejamos efectivamente es de lo primitivo, de lo salvaje, de lo no mediado por decenas de convenciones. Es natural, vivimos en un mundo muy reglado, para bien y para mal. Por eso me gusta ir a lugares donde vivo una ficción de libertad durante unas semanas, y también me gusta generar rituales que obedecen a un pensamiento mágico del que, en realidad, yo carezco por completo. Cuando mi pareja me visitó en Zaragoza por primera vez celebramos un amarre de amor -casi causamos un incendio-, mi amiga Ana nos echa las cartas vía móvil una vez a la semana. Me gusta alimentar esa parte ininteligible, no darle la espalda por completo al ritual, a lo mágico o propiciatorio, pese a que no sirva para lo que dice servir. A mi me sirve para otras cosas.

Como curiosidad, ¿te has encontrado con muchas personas confusas en torno al título, y que lo han concebido como un regalo ideal de literatura infantil para sus hijas?

Sí, y lo entiendo si ha sido en un cartel o en el boca a boca -en alguna presentación se han dado malentendidos bastante graciosos- pero sinceramente creo que portada y contraportada no dejan lugar a dudas. Hay que leer las sinopsis de los libros antes de comprarlos, al menos echarles un vistacito… De todos modos, para el segundo tengo un título menos potencialmente confuso, así me curo en salud y dejo de traumatizar menores.

María Bastarós
Club de lectura sobre Historia de España contada a las niñas en Bartleby, Valencia

En época de censura y autocensura, en esta novela no te has cortado ni un pelo en hacer guiños a la España más actual, abordando en la ficción desde la justicia -podríamos decir poética- hacia los violadores de la Manada, las hipocresías y contradicciones de la izquierda progre, la homeopatía y la oleada new age o la crónica negra española. ¿Esperabas la gran acogida por parte de la crítica o a priori creías que este enfoque tan punk y con tan pocos pelos en la lengua podía frenar la posibilidad de recibir premios como el Puchi Award, Otra Mirada 2018 o el Premio de la Crítica Literaria Valenciana en la modalidad de narrativa?

El libro se ha recibido muchísimo mejor de lo esperado. Yo lo estaba escribiendo por que sí, era mi experimento, sin pretensiones, sin expectativas de ninguna clase. Creía que sería algo que leerían mis amigas y personas que seguían mis fanzines o mi trabajo en torno al arte. Ahora de distribuye en México, por ejemplo, y no sé como serán recibidas allí las referencias a asuntos tan nacionales como Podemos o la manada, imagino que a muchos lectores les dejará bastante fríos.

De las voces actuales, ¿qué títulos nos recomendarías empezar a devorar ya mismo?

Ufff aquí me has pillado, voy a hacer un esfuerzo de contención importante. Tengo que aclarar que voy a citar solo a mujeres y que no va a ser con un trasfondo político, en mi caso actualmente leo sobre todo a mujeres, aunque soy también muy fan de Richard Ford, Carver y Cheever, que no son precisamente voces actuales. Ya que estamos en cuarentena, voy a priorizar las lecturas más absorbentes; sé que muchas estamos atravesando un periodo de poca concentración. El último de Katxisa Aguirre, Las Madre No, me gusto muchísimo. La mezcla de investigación, ficción y ensayo me cautivó desde la primera página. Está editado por Transito, una editorial a la que hay que seguir, y eso no lo digo yo, lo dice el mundo librero en general. El último de Delphine de Vigan, Las lealtades, se convirtió, ya mientras lo leía, en uno de esos libros a los que sabes que volverás decenas de veces. Antes del encierro lo solía llevar en el bolso y releía algún fragmento antes de ponerme a escribir. Madre mía, cuanto tiempo sin decir la palabra bolso, no sé ni donde está el mío. El primer libro de Clare Vaye Watkins, Nevada, editado por Malas Tierras, me pareció una joya. Cuando supe que era lo primero que publicaba me quedé de piedra. También soy muy lectora de Siri Husvedt, hasta lo que no me encanta de ella me encanta. El mundo deslumbrante me fascinó, claro, tiene mucho sobre identidad, sobre arte contemporáneo, un narrador coral y una estructura que le da un ritmo periodístico, de investigación, casi de thriller. Me recordó a la Verdadera Vida de Sebastián Knight de Nabokov, pero vaya, muchísimo mejor. Y por último voy mencionar el último de Yukiko Motoya, Mi marido es de otra especie, un libro de tres relatos largos muy distinto de lo que suelo consumir que fue toda una experiencia lectora.

A las librerías de barrio y a las pequeñas editoriales les cuesta respirar en tiempos de Fnac y Amazon y muchas se quedan por el camino. ¿Hacia dónde crees que evoluciona la industria editorial hoy en día? ¿Hay luz al final del túnel?

O generamos una sociedad informada, responsable y comprometida con lo local, o se acabó. Sinceramente, quienes aún recurrimos a los y las libreras para nuestras lecturas no somos muchos, y si nos olvidamos de las relaciones comerciales de cercanía los barrios van perdiendo esqueleto y fuerza y el capitalismo y el individualismo se comen todo.

En el terreno artístico también eres coautora junto a Nacho M.Segarra del primer itinerario museístico LGTB a escala nacional. ¿Cuánto “Amor diverso” falta en museos y galerías, o mejor dicho, cómo aprecias desde tu trabajo que evoluciona la brecha entre el arte hegemónico y el arte hecho desde la otredad o la subversión?

Yo creo que ahora mismo estamos en una etapa en la que el arte está muy marcado por el género y la identidad. La revisión histórica sigue siendo necesaria, la investigación es intelectualmente sana y nos sirve para quebrar relatos y narrativas preestablecidas, que son algo muy limitante y muy nocivo. Creo, sin embargo, que esta preocupación está generando otro fenómeno algo estrafalario: se producen muchísimas obras con discursos iguales, que no aportan nada y que sin embargo son valoradas como transgresoras o necesarias porque centran su mirada en sujetos no hegemónicos -es decir, en sujetos que no son el hombre blanco heterosexual. A mí eso me produce una pereza importante, la misma que cuando alguien decide entrevistarme porque en mi libro “hay mujeres fuertes”: mujeres fuertes hay en muchísimos libros. No es algo legitimador, ni siquiera interesante per sé.

Nevada, EE.UU

Además, acabas de participar con tu obra “Fantasma” en la recopilación de relatos titulada “Ya no recuerdo qué quería ser de mayor”, junto con nombres como Munir Hachemi, Lucía Baskaran o Andrea Gumes. ¿Cómo ha sido para ti la participación en este volumen?

Me gusta el formato de relato corto, lo consumo mucho, así que aportar el mío y leer los del resto me apetecía mucho. El tema generacional no es mi terreno, sobre todo porque no me veo en relación con la generación millenial, que era la protagonista de la recopilación. Es una generación que ha crecido ya con internet, con un panorama social muy distinto, que no ha vivido el trauma fundacional que supuso la crisis de 2007, con esa mutación del “futuro dorado” a la precariedad absoluta. Ellos han habitado un mundo en el que la precariedad estaba ya instalada, muchos tampoco vivieron el 15M, al menos no como algo propio, y desde su posición han generado sus propias estrategias, sus propias problemáticas -algunas comunes, claro. En mi caso me siento muy alejada de la etiqueta millenial, joven, etc. Sin embargo, los editores de la antología supieron mostrar un paisaje bastante ecléctico desde esa premisa de “joven”, se captan determinados leitmotivs al leer todos los textos, y creo que eso es muy interesante, que en conjunto apela a sensibilidades variadas pero relacionables.

Después de un año tan ajetreado, ¿qué próximos proyectos personales, tanto a nivel artístico como literario se asoman en el horizonte?

Hasta hace muy poco combinaba la preparación de un comisariado expositivo con la colaboración en algunos medios y la escritura de mi nueva novela. Dada la situación, ahora me he quedado solo con la novela. Además, estoy haciendo una labor de acompañamiento de una escritora que se mete a hacer ficción por primera vez, un trabajo que he aceptado y con el que estoy encantada porque confío muchísimo en su talento.

Y para terminar, ¿qué libros de cabecera te llevarías para releer un montón de veces en un viaje espacial?

Creo que me llevaría el Maestro y margarita, de Bulgakov, todo Nabokov, todo Deborah Levy, todo Vivian Gornick y todo Jasmina Reza. Y todo Joan Didion. Necesitaría una buena estantería.

Imagen de portada | Eh, que no nos hemos saltado la cuarentena. Aquí María está comiendo en un icónico diner americano en las montañas Catskills en Estados Unidos.

*Todas las imágenes han sido cedidas por María

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