Partirse el lomo | Reseña de Yeguas Exhaustas de Bibiana Collado Cabrera

Reseña de yeguas exhaustas

¿De qué sirve el talento si aún ceno sopa de sobre?
Yo, ya no descanso como el ingenio del pobre

Felina Vallejo, Las ninyas del corro

Yeguas exhaustas, la primera novela de Bibiana Collado Cabrera —publicada por la editorial Pepitas de Calabaza— duele y escuece, aunque a veces también hace sonreír. A ritmo de Estopa y Camela, y como si en una batidora burbujeasen la novela autobiográfica, la crónica y el diario personal, la autora habla de mujeres absolutamente agotadas, de manos rígidas y vistas cansadas, de la utopía en un horizonte que nunca llega para la clase trabajadora, de las promesas inalcanzables del monstruo del capitalismo glotón, de esperar un tren que no llega, de los sueños de la juventud en ascuas, de cómo la clase y el género lo atraviesan todo con sus obstáculos pesados e invisibles.

Más que un libro sobre la vida misma, Yeguas exhaustas es la vida misma en formato libro. Una historia sobre morder el polvo, trabajar hasta el infinito, dureza y ternura maternas, reproches generacionales, jornadas interminables y barreras académicas. Un trocito de la vida de mujeres agotadas: kellys y currantas de almacenes, becarias explotadas, hijas del rural y de la periferia. Cómo cuesta llegar al mismo sitio que otras cuando la línea de salida está kilómetros y kilómetros más atrás, y tus alforjas pesan el triple. También es la toma de consciencia sobre una relación tóxica y asimétrica de maltrato psicológico; también una poderosa reflexión sobre algunos caminos que hay que tomar para sentirse más libres, para sortear la pena y el cansancio de tanta precariedad, para mandar a hacer puñetas -en la medida de lo posible- a un sistema patriarcal y turbocapitalista que nos quiere eternamente jóvenes, guapas, contentas y serviles, pero también permanentemente disponibles, máquinas de trabajo y crianza, animales pedaleando por míseras recompensas.

La protagonista de esta historia está en la treintena: repasa su vida, sufre la endogamia y los intereses del ámbito universitario, se siente sola en una relación nociva, teclea papers y artículos académicos hasta la madrugada, pelea para llegar a fin de mes y vive en carne propia el profundo -vomitivo- clasismo del mundo de la cultura -envuelto en colorines pero con ese veneno en su interior, como un bombón-.

Lo que más me ha gustado de Yeguas exhaustas no solo es su sinceridad, su agudeza y la intimidad que contagia -aquí, más que nunca, lo personal es político-, sino cómo los pequeños detalles se quedan clavados y ponen los pelos como escarpias: el sabor de las naranjas, la revelación en el balcón, una canción amarga por sonar a destiempo. Los momentos en los que la vida hace clic. Y detrás de la angustia y del hartazgo, el aprendizaje dorado para escapar del desencanto, para ser, algún día, yeguas más libres.

Imagen de portada | m Lapian en Unsplash

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