Un bofetón, un zarpazo, un ramalazo de olor a guiso materno, un chorro de alcohol en la herida, un trago fresco en una noche abrasadora, un clavo oxidado, una bala, un juguete roto, una colilla, una espina en el corazón. Todo eso y mucho más es Bastarda de Dorothy Allison, una novela autobiográfica publicada por Errata Naturae que, simple y llanamente, roza la perfección. Como un gancho de boxeo o un acorde a la guitarra, Allison le hace la autopsia al recuerdo y convierte en sencillo lo más complicado, regalando(nos) el corazón sangrante y fresco de una historia pura, conmovedora y salvaje, compasiva ante su pasado y cargada de humor, amor y la brutal violencia que atraviesa su infancia.
Bastarda es un libro que respira verdad y no tiene ni pizca de anestesia. Bone, su protagonista, tiene todos los ingredientes enfrente para unos años difíciles: una madre joven y exhausta, mucha hambre, decenas de cambios de domicilio, un padrastro violento y una estirpe familiar marcada por los embarazos adolescentes, los tiroteos, el alcoholismo y la pobreza. Pero también tiene historias eléctricas, la salvación de los libros, el placer de hablar con la abuela escuchando los grillos, las conservas caseras, el amor incondicional de su tío, sus indomables agallas. El instinto de supervivencia que flota en sus ojos negros de ascendencia cherokee.

Allison permite tocar el contorno de aquellas viejas fotografías de Dorothea Lange, sumergirse en la piel aterciopelada y salvaje de un buen góspel y pelar habas en un caluroso porche para contemplar el retrato más duro (y a la vez más tierno) de la white trash del Sur rural estadounidense, de una niña que resiste a los palos y a las embestidas y a la soledad y a la tristeza. Bastarda dibuja un linaje maldito pero unido, consumido por la enfermedad y la precariedad y la botella y el ostracismo, pero que lleva el amor en las vísceras y es capaz de matar por los suyos. Su relato de la desgracia y el abuso no es apto desde luego para estómagos sensibles, pero huye de la mirada complaciente, pone nombre a lo innombrable, remienda la pena con toda la valentía, el odio y la rabia que caben en un cuerpo de doce años. Un cuerpo vapuleado, temido y gastado que intenta buscar otro lugar en el mundo diferente al que le ha tocado en (desgracia).
Bastarda es un canto mágico a la resistencia, una historia de desgarro, de fe y de cicatriz, un ejercicio de naturalidad tan rabioso que se sale de la curva de la propia literatura. Te llevarás algo dentro de cada personaje que desfila por sus páginas, admirarás el arrojo de los Boatwright, jurarás venganza tú también, sentirás el calor de la familia, sabrás que Dios es un extraño, te santificarás con una buena canción y un trago caliente de bourbon. Larga vida a Bone.
«Cuando rememoro aquellos tiempos, el hecho de dormir con alguna de mis tías tan a gusto como en nuestra casa, el olor del cuello de mamá para abrazarnos en la oscuridad, las carcajadas de Pequeño Earle o los escupitajos de la abuela contra el suelo reseco, y aquella música country en sordina por todos lados, tan parte de la noche como los grillos y la luz de la luna, me siento de nuevo a salvo. Ningún otro lugar me ha parecido nunca tan dulce y apacible, en ningún otro lugar me he sentido tan como en casa».
Imagen de portada | Dorothea Lange