Qué nos quiten lo bailao | Reseña de Los desperfectos de Irene Pujadas

Reseña de Los desperfectos de Irene Sola

Si Los desperfectos de Irene Pujadas, colección de relatos tan buena como tu vicio favorito, socarrona hasta la muerte y divertida como pocas cosas haya leído en los últimos años, fuese un baile de fin de curso, todos estarían invitados. Abuelas, vecinos, espectros, extraterrestres, medio muertos y medio vivos, exparejas que podrías volver a toparte en cualquier anodina sala de espera, amistades de la melancólica adolescencia, gatos, compañeras de pillería, hijos desagradecidos, cotillas, gusanos, y hasta Dios, si se aburre.

No hay verbo que mejor case con este puñado de cuentos que disfrutar. Ya avisa la editorial Hurtado&Ortega de la mirada retorcida e irreverente, de su verbo rumbero y de su desparpajo. Y yo, para qué negarlo, me lo he pasado pipa: son historias que te sacan del sitio, que dan ganas de espiar a tus vecinos, descorchar un vino, mirar al cielo, gastar la herencia y escribir a mansalva.

Puede que la muerte sea la gran temática tras estos relatos, una muerte que puede ser una coña, un absurdo, un vacío, una excusa, un trampolín o incluso una fiesta. Pero ay, también la vida, salvaje como un chorro, asquerosamente mundana, triste y tierna como un frutero lleno de moho, mimosa y huidiza como un gato, surcada de historias paranormales que aguardan tras cualquier comunidad de vecinos, bajo la ventana donde reza una madre devota, en el último suspiro de un moribundo que no fue precisamente ejemplo de moralidad. Irene Pujadas se ríe de la muerte, de la vida también, a manos llenas, con los carrillos llenos de salsa, con un ingrediente secreto en sus relatos tan adictivo como el glutamato y más peligroso que un cuchicheo. Irene nos recuerda nuestra propia extrañeza, lo incómodos que pueden ser los demás, las travesuras que hay que hacer para sobrevivir y cómo lo sobrenatural puede alcanzarnos, como un rayo a una periodista urbanita en un pueblo encantado. No podrás adivinar ni medio palmo de la siguiente línea.

Acabé Los desperfectos con ganas de volver pronto a sus historias tragicómicas, a sus personajes agridulces, v´´andalos, meditabundos, cabreados con el mundo y estupefactos ante el poco caso que la vida nos hace para que las cosas funcionen como queremos. Por eso estas palabras juegan con todo, experimentan con la propia literatura y el destino de sus habitantes; barrios, humanos atravesados por las casualidades, familias y estirpes; le escupen a la muerte, se sirven un roncola en el cementerio, invocan a algún que otro fantasma y retuercen el futuro. Son macabros, crujientes y saben a gloria, a celebración y a riesgo, a sentarse en una hoguera de verano y escuchar lo peor que le ha pasado al de al lado. Después de sus cuentos, como los últimos globos de la feria, la diversión infinita se queda flotando en tu tejado y te deja un pequeño hoyito dentro del pecho.

Qué nos quiten lo bailao.

Es medianoche
es el momento de comenzar
todos me esperan
hay luna llena
hoy estarán
jugando a las cartas
en el cementerio,
bebiendo whisky con soda
comiendo salmón ahumado
ganando mucho dinero
¡que bien!

Parálisis permanente

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