Tesoros | Reseña de En la celda había una luciérnaga de Julia Viejo

En la celda había una luciérnaga de Julia Viejo

Cuando de pequeña veía Pippi Calzaslargas​, en una de mis escenas favoritas mi heroína pelirroja sacaba del escondrijo secreto en el tocón de un árbol un montón de tesoros que enseñaba, triunfante, a los atónitos Tommy y Annika. De meter la mano y tantear la oscuridad para encontrar perlas, tréboles de cuatro hojas, churros, rayos y bichejos sabe bien Julia Viejo, autora de En la celda había una luciérnaga, flamante, deliciosa colección de relatos publicada por Blackie Books. Tierna y endiablada, descabellada y oscura, sus cuentos tienen el morbo macabro de las cosas que los niños aprenden por sí mismos, la inocencia transparente de las personas mayores, las revelaciones viscerales de la adolescencia y una preciosa lupa para lo cotidiano, eso que ya no sabemos ver entre tanto ruido. Los secretos que podrás escuchar si pones el oído, las psicofonías que se tragan las paredes de las ciudades mientras el mundo sigue girando.

Entre lo terrenal y lo fantasmagórico, lo absurdo y lo espiritual, la rutina y el abismo, la carcajada y la congoja se mueve Julia Viejo como pez en el agua, con una curiosidad de exploradora, de cirujana de almas traviesas. Los niños y los inadaptados pueblan sus relatos, los lugares otrora anodinos cobran vida, se tornan apropiados para la epifanía, albergan batallas, enfados, amistades, crímenes, despedidas o viajes. El resultado es un Kinder sorpresa literario, juguetes amargos dentro de golosinas dulces, fiestas clandestinas, rompecabezas que se derriten en la boca, admiración por la singularidad que brota de los seres y de los rincones.

En su contraportada se avisa de que «lo extraño brilla», como la luciérnaga de su primer relato que alumbra a los dos amantes de una celda, como los rayos que una niña sale a sembrar con su madre, como los secretos de un supermercado o las ventanillas de los autobuses madrileños. Y vaya que sí brilla.

No podría quedarme con uno, sino que son cuentos que animan a ser releídos, proyectados, toqueteados y engullidos como hacíamos de niñas, buscando en la oscuridad cosas fosforitas que nos permitiesen alumbrar el mundo. Eso sí, La fantasma, El balneario, El hombrecito e Hipermercado me robaron el corazón. Si la normalidad te aburre como una ostra y quieres exprimir la realidad como una naranja brillante en verano, Julia Viejo te desencajará los huesos y pondrá tu imaginación a bailar.

Imagen de portada | Danilo Alvesd on Unsplash

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *