Aquellos días azules | Reseña de Piscinas que no cubren de María Agúndez

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«Nos reímos en alto con una risa muy aguda, que hace que se ponga todavía más nerviosa. Sus palabras nos dan igual porque tenemos el cuerpo como si fuéramos lámparas y nos acabaran de enchufar a la corriente»

Piscinas que no cubren, María Agúndez

Piscinas que no cubren, la primera novela de María Agúndez publicada por la editorial Dieciséis, da ganas de dos cosas: volver a ser pequeña y escribir, intentar desenmarañar la vida a través de los animalitos salvajes que llevamos dentro desde el nacimiento y a los que la edad, en tantas ocasiones, va domesticando poco a poco, llenando de bruma y de polvo. Su libro es efervescente, divertido y especial, como la primera vez que oyes el canto de una gaviota o que pisas la orilla de una playa: como la infancia, se parece a vivir algo por primera vez. A chupar la boquilla de un cigarro y morirse de tos y de risa, a jugar con las chispitas que un día aparecen entre las piernas o a llenarse la boca de pizza hasta reventar. A apurar la existencia como solo los más pequeños saben hacerlo, desde la más pura curiosidad.

De una forma peculiar y hermosa, la autora nos regala la voz de María, una niña que se muda a Menorca para vivir en una casita que parece una pecera con vistas a un faro, un vórtice de aventuras en medio de una isla mágica y ventosa llena de gentes peculiares y tiernas que se convertirá en su hogar. Entre sus páginas se respira la libertad de vivir una infancia eléctrica y libre, entre peces y guiris, medusas y novios, una ex monja cuidadora como una suerte de abuela, fotografías y amigos de todas las edades, patatas fritas y berberechos, travesuras y descubrimientos. Y por supuesto, también piscinas que no cubren.

Cada capítulo sienta igual de bien que un sorbo de cerveza fresco, un poco de salitre en la nariz, nuevas sensaciones y el encanto de los días azules e indomesticables, el aura de la gente genuina que aparece por el camino, las intuiciones primitivas y la extrañeza ante los bocados de la vida, picantes, convulsos y cambiantes, como las olas de Sa Roqueta.

Esta novela es una maravilla: te abducirá como hace décadas lo hizo la Celia de Elena Fortún, te enamorará con su ingenuidad y desparpajo y te hechizará como su protagonista: única en su especie, libre como el viento.

Imagen de portada | A. Bremner/Flickr



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