Está ahí, como un destello. Una flor amarilla en medio de vertedero, el primer perro que juega libre después de un desastre nuclear. Un cumpleaños en 29 de febrero, ese trébol de cuatro hojas, el final del cucurucho de los helados. Me refiero a esos libros únicos con los que te topas casi por casualidad, que no aparecen en las listas de recomendados y cuyo título tal vez se haya perdido en la vasta galaxia de Internet. No se han vendido como churros, pero tienen algo mucho más importante: son especiales. No son fuegos artificiales, sino algo mucho mejor: tienen el brillo de las luciérnagas o el canto de los fuegos fatuos y por la noche, te arropan como el canto de un grillo. Florido granado caduco marchito de la irlandesa Sara Baume, es una de estas joyas secretas, esconde líneas que hacen brujería con tu mente, que te alquilan sin preguntar un bajo en alguno de los ventrículos del corazón. Hay algo de la vida que solo la escritura es capaz de atrapar y que late bajo sus líneas, como un arroyo, como un girasol dando la vuelta, como un cachorro mojado naciendo. Puedes escucharlo si pegas bien la oreja.
Qué menos que compartir unas palabras y celebrar su existencia, como la de Tuerto, un perro bravo y despeinado sin un ojo que acompaña a su dueño durante el vaivén de las estaciones, en un mundo inhóspito donde quienes son abandonados por el sistema bailan con el hambre, con el frío y con una tristeza honda que llega al hueso. Ambos son protagonistas de una historia que brinda por los libros, las latas de conserva y los paisajes helados, por las playas vacías y los secretos de la naturaleza, por la supervivencia y el cigarro prendido, por los eternos amores peludos.
Florido granado caduco marchito fue nominada por los lectores de The Guardian como mejor primera novela. En España, Turner Libros es la editorial en la que podrás encontrarla. Su historia es sencilla: un hombre raro, apartado por la sociedad, huérfano y solo, que vive en una desvencijada casa de color salmón en un pueblo. Un día, una primavera, adopta un perro. No es el más guapo ni el más dócil ni el más obediente de la protectora. Un tejón se llevó uno de sus ojos y su alma es más salvaje que un tifón. Empiezan a compenetrarse como solo dos animales solitarios e indomesticables pueden hacerlo. Conocen mutuamente sus olores, prefieren las playas desiertas, temen la violencia externa, se lamen las cicatrices. Saben lo que los demás hacen con quienes nunca han sido comprendidos, saben lo que es el estómago ladrando y las manos heladas. Tienen ganas de vivir, pero no saben a qué precio.

Florido granado caduco marchito es de los libros más hermosos que jamás haya leído. Es ingenioso, vital y diferente. Su poesía viene de alguna parte mundana y salvaje a la que nadie tiene acceso, tiene una comprensión profunda de las entrañas de las personas, de las criaturas y de las cosas. Nos cuenta cosas terribles desde una voz única y luminosa, nos enseña lo bello y lo terrible que es el mundo. Y celebra que el amor indomesticable de un perro salta todas las jaulas y que la compañía de los libros cura las heridas mejor el salitre.
Imagen de portada | Allan Rohmer en Unsplash