Bienvenido al día de pasarlo mal,
Manos de topo
con pinzas en los ojos es fácil llorar,
en el museo de cera tu sujetador,
mundos paralelos siempre a tu favor.
Salud, dinero y amor, ¿quién lo tiene todo a los cincuenta? Cáustica, voraz y deslenguada empieza, prendida como una mecha, Amigos para siempre, la última novela de un Daniel Ruiz en estado de gracia publicada por la editorial Tusquets. Una obra de sueños podridos, hormonas y canas, de deseos primitivos y hambre insana de dinero, de matrimonios que se deslizan por la curva del tedio sin pastillas de freno y amigos que han tejido una dorada red de secretos, guardados a buen recaudo en la caja fuerte de la memoria.
Pedro cumple 50 años e invita a su grupo de amigos de toda la vida a una fiesta íntima en su casa, situada en una urbanización de lujo apartada. Zarzuela de pescado, buen vino a borbotones, música nostálgica, brindis, carcajadas y algunas drogas para que las endorfinas salgan a pasear. ¿Qué puede salir mal? Lorite, Luci, el Rubio, Sebas, Marcelo, Aurora o Belén llegan a esta noche inolvidable cargando con sus lastres y fardos: enfermedades, sospechas, depresión, duelos y obsesiones insanas, hambre de billetes, el tabique nasal dispuesto, la juventud atrapada en las fotos, los cuerpos, un poco más vencidos; la bragueta como la brújula, un poco desnortada.
Ambientada en una única noche, decadente y lasciva, con un ritmo narrativo trepidante y teñida de un humor oscuro, Amigos para siempre mezcla lo sórdido y lo desternillante, lo mezquino y lo instintivo: de su plastilina salen personajes redondos y peligrosamente vividos; animales con traje, cazadores de dinero, sementales tristes, vividores hipócritas, soñadores entumecidos de una vida mejor, de más libertad y más placer, de más olvido y menos arrugas. Se han hecho mayores juntos, entre libros, accidentes, corbatas y piñazos contra la vida. A hostias, no parecen haber aprendido demasiado.
Es esta una pandilla de amigos que podría representar a cualquier puñado de cuarentones españoles que se hicieron mayores a base de tragos, disgustos, partos, penas polvorientas, polvos y traiciones, caprichos caros y antiguas canciones.

Amigos para siempre es obscena, macabra, escandalosamente divertida, lujuriosa, deprimente. Hace brillar los defectos de sus imperfectísimos personajes como las lámparas fosforitas de un pub de mala muerte hacen relucir los dientes. Desnuda la carcasa de la opulencia, el vino y los pelucos caros para dejar que se asomen los viejos fantasmas, los vicios impúdicos, las vergüenzas viscosas y los complejos que siguen enredados por dentro de sus almas. Tal vez para volver a sentirse jóvenes les haga falta un buen chorro de adrenalina, mala baba y un par de buenos disgustos.
Pasa, pasa. Carpe noctem.
PD: Y aunque no tengan tanto que ver ni en el fondo ni en la forma, ahí van un puñado de recomendaciones. La truculenta serie nórdica Exit en Filmin, la peli Nuevo Orden de Michel Franco o esa obra maestra de cedé titulada El factor humano de Elsso Rodríguez son hijas de nuestro tiempo que también te volarán la cabeza.
Imagen de portada | Arisa Chattasa on Unsplash