De canciones, nieve y ancestros | Reseña de Kuessipan de Noemi Fontaine

Kuessipan

Asomarse a Kuessipan, la novela libre de Naomi Fontaine (1987) publicada por la editorial Pepitas de Calabaza, es meterse en una bola de nieve o agitar uno de esos palos de madera huecos que guardan dentro la lluvia. Sus textos parecen haber congelado la dimensión precisa de algunos momentos en la reserva Innu de Uashat, clavados como luciérnagas luminosas en el imaginario de su autora y a la vez, evocar una cotidianiedad que se repite en el tiempo para perpetuar el legado de un pueblo: la trascendencia de las manos en el pan, el riachuelo bajo la nieve, los secretos de la bahía, la magia del rito, la piel del caribú.

No es de ningún modo un libro para devorar rápido, sino un legado vivo que masticar despacio, desordenar, entender, meter en la sangre. Desde una perspectiva poética y poco corriente Kuessipan, como las piezas de un puzzle, se hace preguntas, reivindica el nomadismo y la nostalgia, teje hilos con los ancestros, extrae lo asombroso de la existencia. Devuelve a las estaciones su importancia; la esencia escondida de las cosas revolotea tras sus páginas. Cada temporada del año tiene su aroma, sus colores, su frío, sus luces y sus viajes. Sus animales, sus ceremonias, sus tesoros. Los problemas también manchan los días: colonización, alcoholismo, depresión, accidentes, embarazos juveniles, soledad…

Kuessipan es la fiesta y la losa del día a día en Uashat, las palabras hechas carne en manos de una indígena contemporánea que venera su tierra y nos regala fotografías vivas de la vida en la reserva y el horizonte más allá de ella. Certera y valiente como una herida abierta en la nieve, brillante como el lomo de los salmones río abajo.

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