«Partir es morir un poco, llegar nunca es el llegar definitivo» Oración del migrante
Cuando cierras Desierto sonoro, la última novela de Valeria Luiselli editada con gusto exquisito por la editorial Sexto Piso, sabes que estás ante uno de los libros más importantes del año. Una odisea por dentro y por fuera, la radiografía de una familia desde las entrañas, la memoria de una tierra expoliada que se queda grabada en el eco, la búsqueda ancestral de uno mismo, las historias que recogen los sonidos.
Valeria Luiselli plantea un relato con ricas texturas, dos puntos de vista en torno al viaje de un matrimonio con sus dos hijos pequeños de distintas parejas y la dura narración en tercera persona de un grupo de niños migrantes. Entre cajas con discos, anotaciones, canciones, frases subrayadas, novelas, polaroids, ensayos y mapas conocemos, como cortando una gruesa cebolla a capas, la historia entrelazada de esta familia y a su vez, las huellas de otras. Los considerados otredad, los desamparados y hostigados por el sistema, los asesinados en genocidios imperialistas, los niños de infancia borrada y borrosa, pueblos originarios cuyo espíritu inabatible quisieron asfixiar en un pasado más cercano de lo que creemos, la diáspora actual de la crisis migratoria, la supervivencia abriéndose paso entre el calor y la maldad salvaje de los humanos.

Desierto sonoro es enriquecedora, magnética y envolvente porque genera un continuo diálogo, entre nosotros y los personajes, entre los personajes y los textos, entre los fantasmas de los que ya no están y los protagonistas, entre el privilegio y la carestía, entre el olvido y la memoria, entre el sonido y el silencio, lo que se va y el cambio y lo que siempre permanece.
En esta tercera novela, la magistral Valeria Luiselli compone un relato fragmentado, escrito casi a modo de diario, y en el que incluso podemos hallar fotografías y toda clase de anotaciones que nos harán seguir el vaivén de la carretera polvorienta, sentir en nuestro pecho los sonidos del desierto, honrar los ecos de Gerónimo y todos los apaches desaparecidos. Viaje y éxodo para una familia diversa cuyo equilibrio frágil y a la vez, su pasión por los proyectos de recuperación y búsqueda mediante la grabación sonora y el documental, se dan cita en la carretera junto a un niño y una niña intrépidos, inteligentes y curiosos. Personajes complejos, el dolor de los ecos que quedan en el camino, y el recuerdo permanente de la necesidad mirar hacia atrás para poder caminar hacia delante. Empaparnos en sonidos y desenredar la madeja tras ellos es también resistencia, porque como dice una frase de Murray Schafer mencionada en el libro, «escuchar es una forma de tocar a la distancia».