Lucía Baskaran (Zarautz, 1988) es feminista radical, periodista en medios como Diagonal y autora de una primera novela llamada Partir (Expediciones Polares), finalista en el premio Herralde de Novela 2015. En esta cruda opera prima, esta autora desentraña en clave de autoficción las claves de hacerse mayor, de la remontada y el fracaso. Todo ello condimentado con humor ácido, sexo, dolor y una magnética prosa que ya va por la segunda edición. Tenemos el placer de hablar con Lucía para ahondar sobre su obra y sus impresiones personales.
Partir es un título que, al comenzar el libro, me sugería personalmente tanto el hecho de romperse en dos o tocar fondo como el de viajar y comenzar una etapa distinta. ¿Cuál era tu intención con este nombre?
Pues justamente esa: me gusta el juego que da la palabra por sus varios significados y creo que encaja bien con lo que cuento en la novela: el abandono del nido por un lado y la rotura de las expectativas respecto a la vida adulta.
¿Cuándo y cómo tuviste la idea de empezar esta novela?
Fue en un viaje a París en 2013. Sucedió algo que pensé que, ficcionado, podría ser un buen comienzo.
En tu libro nos topamos con la historia en primera persona de Victoria, su transición de adolescente a la edad adulta y todos los conflictos personales que aparecen en su camino. ¿Cómo ha sido conocer a tu personaje y darle vida?
Puse mucha atención en el lado oscuro de Victoria para hacerla lo más humana posible, con sus heridas, sus conflictos internos, sus ganas de comerse el mundo, su terror a la realidad…En fin, un ser humano con todas sus contradicciones. También tuve muy presente el no “dar lecciones” al lector. A veces lxs escritorxs nos empeñamos en intentar convencer a lxs lectorxs de nuestro punto de vista, de decir en vez de mostrar a través de los personajes. Como lectora me fastidia mucho cuando veo que un/a escritor/a está intentando convencerme de algo, así que tuve mucho cuidado de no hacer lo mismo.
Escribir suele ser un ejercicio terapéutico o catártico para muchas personas. ¿Es más complicado escribir sobre temas como el sexo, la depresión o las decepciones emocionales, o por el contrario, crees que es más liberador?
A mí, personalmente, me resulta liberador y me divierte mucho. Claro que es difícil dejar fuera al juez que llevamos dentro. Cuando escribo intento no pensar en lxs demás, en el qué pensarán, y esto no siempre es fácil, pero dejarse en paz me parece fundamental a la hora de escribir. Después siempre hay tiempo para reescribir, borrar… Para mí, escribir sobre los temas que mencionas me ayudan a pensar y a formarme una opinión.
Me gusta como Victoria reclama a lo largo del libro eso de “lo que no se nombra no existe”. En la ficción de hoy, ¿también lo personal es político?
Sí, pero creo que muchas veces se mezcla lo que dicen los personajes con lo que piensa la autora. Con Partir me ha pasado (y me sigue pasando) que se mezcla a Victoria conmigo, y si bien es cierto que compartimos opiniones, Victoria no deja de ser un personaje de ficción.
La autoficción supone un nivel más alto de exposición en lo personal. ¿Ha sido difícil para ti el proceso de escribir esta novela, o de que la lean tus allegados?
Todo está lo suficientemente ficcionado como para no pasar demasiada vergüenza, aunque es cierto que en las partes más sexuales no puedo evitar ruborizarme al pensar que mi padre las ha leído.
Rechazas la etiqueta generacional porque consideras que siempre se emplea para las obras de autores jóvenes y nunca para escritores varones de edad avanzada, considerados universales. ¿Cuáles crees que son las raíces de este tipo de etiquetas?
A lxs humanxs nos encanta etiquetarlo todo, supongo que es una forma de intentar entender mejor el mundo. No es que esté en contra de la etiqueta “generacional”, pero sí me he fijado en que muchas veces se usa como forma de jerarquizar. Me molesta más lo de “voz de una generación” que lo de “generacional”, por aquello de que creo que es imposible que haya una sola voz de nada. Me gustaría mucho que empezásemos a usar el plural.
¿Qué libros te han marcado más a lo largo de tu vida?
Teoría King Kong, (Virginie Despentes), Sexus, (Henry Miller) Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo y acumulación originaria (Silvia Federici), Asfixia (Chuck Palahniuk), La montaña mágica (Thomas Mann), Orlando (Virginia Woolf), NW London (Zadie Smith), El pensamiento heterosexual y otros ensayos (Monique Wittig), La máquina de follar (Charles Bukowski), SCUM (Valerie Solanas) La escuela de la ignorancia y sus condiciones modernas (Jean-Claude Michéa), Desolación (Yasmina Reza), Crezco (Ben Brooks)… y seguro que me dejo unos cuantos.
¿Qué influencias más cercanas detectas en tu propio estilo literario?
Las mismas que he mencionado antes.
¿Cuál es tu percepción del panorama literario en España ahora mismo? ¿Qué autoras y autores te llaman más la atención?
Sigo de cerca el trabajo de Aixa de la Cruz y María Yuste, pero en general me parece que la cosa deja bastante que desear.
¿Tienes pensado iniciar algún proyecto literario nuevo próximamente o alguna idea de novela te ronda la cabeza?
Sí, ya estoy escribiendo la segunda novela.
Además de esta novela, trabajas escribiendo para el magazine Kulturaldia y el periódico Diagonal. ¿Cuál es tu experiencia en estos medios y hacia dónde crees que está evolucionando el periodismo de hoy?
Kulturaldia cerró hace poco, y el tiempo durante el que escribí allí fue un aprendizaje brutal. En Diagonal tengo una columna y me dan mucha libertad a la hora de escoger temas. En breve me estreno en otro medio (del que aún no puedo revelar el nombre) en el que escribiré con bastante asiduidad. Últimamente veo que está muy de moda el “periodismo del zasca”, donde parece que se busca más dar collejas que hacer una crítica que ayude a construir algo. A Pérez Reverte y compañía los tenemos ya calados, los peligrosos son los otros, la nueva derecha que no es tan obvia y que últimamente ocupa mucho espacio en prensa y a veces nos la mete doblada.
Además, eres muy activa en redes como Twitter. ¿Qué consideras lo peor y lo mejor de las redes?
Gracias a las redes sociales he conocido a gente maravillosa que quizás de otra forma no hubiese conocido nunca. También te enteras de muchas cosas. Lo peor, para mí al menos, la adicción. Twitter entra dentro de mi lista de adicciones, justo debajo de fumar. Y que muchas veces es difícil encontrar información interesante entre el géiser de mierda que hay.
Al definirte como feminista radical y decir bien alto lo que piensas, ¿hay que respirar dos veces en las redes sociales frente a la avalancha de comentarios machistas?
Sí, pero bueno, una aprende a que le afecten lo mínimo posible. Ya no pierdo el tiempo haciendo pedagogía con machirulos que lo único que buscan es dar por saco. También creo que a veces las RRSS pueden darnos la falsa ilusión de estar haciendo activismo, cuando hay formas infinitamente más efectivas de hacerlo. Las RRSS pueden ser una buena forma de enterarse de cosas, pero no creo que tengan capacidad de cambio social per se.
Hablando de feminismo, ¿qué autoras han influido más en tu forma de ver el mundo?
Silvia Federici, Monique Wittig, Virginie Despentes, Valerie Solanas, Judith Butler, Caitlin Moran, Yasmina Reza, Zadie Smith, Virgnia Woolf, Chimamanda Ngozi Adichie, Simone de Beauvoir…
También abriste un blog en 2009 llamado “La loca del pueblo”. ¿Es, como una novela, otra manera de desnudarse y escupir al mundo pensamientos y vivencias personales?
“La loca del pueblo” era mi forma de experimentar con la escritura. Tenía 18 años cuando lo abrí y la idea era ir probando diferentes formas y estilos. Cuando escribí Partir ya tenía bastante claro el vehículo mediante el cual quería contar historias.
Para despedirnos, ¿cómo definirías Partir en una o dos frases?
Partir es una novela de coming-of-age narrada con humor y bastante mala leche.