7 poemas de Gloria Fuertes para alegrarte el día

Poemas de Gloria Fuertes

Autobío

Nací a muy temprana edad.

Dejé de ser analfabeta a los tres años,

virgen, a los dieciocho,

mártir, a los cincuenta.

Aprendí a montar en bicicleta,

cuando no me llegaban los pies a los pedales, a besar,

cuando no me llegaban

los pechos a la boca.

Muy pronto conseguí la madurez.

En el colegio,

la primera en Urbanidad,

Historia Sagrada y Declamación.]

Ni Álgebra ni la sor Maripili me iban.

Me echaron.

Nací sin una peseta. Ahora,

después de cincuenta años de trabajar,

tengo dos.

En el árbol de mi pecho

En el árbol de mi pecho
hay un pájaro encarnado.

Cuando te veo se asusta,
aletea, lanza saltos.

En el árbol de mi pecho
hay un pájaro encarnado.

Cuando te veo se asusta,
¡eres un espantapájaros!

Ya ves qué tontería

Ya ves qué tontería,

me gusta escribir tu nombre,

llenar papeles con tu nombre,

llenar el aire con tu nombre;

decir a los niños tu nombre,

escribir a mi padre muerto

y contarle que te llamas así. Me creo que siempre que lo digo me oyes.

Me creo que da buena suerte. V

oy por las calles tan contenta

y no llevo encima más que tu nombre.

Oración

Que estás en la tierra, Padre nuestro,

Que te siento en la púa del pino,

En el torso azul del obrero,

En la niña que borda curvada

La espalda, mezclando el hilo en el dedo.

Padre nuestro que estás en la tierra,

En el surco,

En el huerto, 

En la mina,

En el puerto,

En el cine,

En el vino,

En la casa del médico.

Padre nuestro que estás en la tierra,

Donde tienes tu gloria y tu infierno

Y tu limbo; que estás en los cafés

Donde los pudientes beben su refresco.

Padre nuestro que estás en la tierra,

En un banco del Prado leyendo.

Eres ese viejo que da migas de pan a los pájaros del paseo. 

Padre nuestro que estás en la tierra,

En la cigarra, en el beso,

En la espiga, en el pecho

De todos los que son buenos. 

Padre que habitas en cualquier sitio,

Dios que penetras en cualquier hueco,

Tú que quitas la angustia, que estás en la tierra,

Padre nuestro que sí que te vemos

Los que luego hemos de ver,

Donde sea, o ahí en el cielo.

Dediqué mi libro

 Dediqué mi libro a una niña de un año,
 y le gustó tanto,
 que se lo comió.

Nací para poeta o para muerto…

Nací para poeta o para muerto,
escogí lo difícil
—supervivo de todos los naufragios—,
y sigo con mis versos,
vivita y coleando.

Nací para puta o payaso,
escogí lo difícil
—hacer reír a los clientes desahuciados—,
y sigo con mis trucos,
sacando una paloma del refajo.

Nací para nada o soldado,
y escogí lo difícil
—no ser apenas nada en el tablado—,
y sigo entre fusiles y pistolas
sin mancharme las manos.

Al borde

Soy alta;
en la guerra
llegué a pesar cuarenta kilos.

He estado al borde de la tuberculosis,
al borde de la cárcel,
al borde de la amistad,
al borde del arte,
al borde del suicidio,
al borde de la misericordia,
al borde de la envidia,
al borde de la fama,
al borde del amor,
al borde de la playa,
y, poco a poco, me fue dando sueño,
y aquí estoy durmiendo al borde,
al borde de despertar.

Imagen de portada | Nik Demidko en Unsplash


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