De Madrid al cielo | La cabeza a pájaros de Marta Fernández Muro

De Madrid al cielo | La cabeza a pájaros de Marta Fernández Muro

«Jardines de mi infancia, azoteas de mi adolescencia, balcones de la edad madura. Todos pasan veloces con sus cielos sobre mi cabeza y me llenan los ojos de ausencia y el corazón de nostalgia», dice en un episodio de La cabeza a pájaros Marta Fernández Muro. Tras un par de libros de relatos, la ópera prima narrativa de la actriz madrileña hace justicia a su título: se parece a saltar por los tejados a brincos, asomarse dentro de las chimeneas, recorrer las entrañas de una ciudad cambiante, desenredar la infancia como una madeja, buscar las luces en las ventanas.

Marta, rostro tan conocido del cine de culto y la televisión española, chica Almodóvar, brillo de cintas inolvidables como Arrebato o La comunidad, nos regala en esta primera novela publicada por Niños gratis un fantástico viaje por cuatro generaciones familiares. Un juego de serpientes y escaleras, un caleidoscopio de los añicos que componen el mosaico de casi una treintena de vidas, árbol genealógico incluido, como un secreto, bajo el faldón de su preciosa edición de tapa dura, rojo como el mejor de los colores otoñales. Es esta una delicia galdosiana que escarba en el Madrid del último siglo y medio, pero que también vuela al otro lado del océano, rescata postales de un Benidorm sin turistificar, de los veranos en El Escorial, de la salvación de Biarritz de los horrores de la guerra o de la decrepitud de una burguesía inadaptada ante la llegada de la modernidad. De los ojos de una niña mirando el mundo que una calle puede partir en dos, de los secretos de una vieja mansión, del puchero caliente de San Agustín, de un pasado de criadas y señoras, de institutrices y uniformes escolares. De de los cuentos y anécdotas que a veces, no se quedan dentro de los muertos, sino que salen a jugar.

La cabeza a pájaros
La cabeza a pájaros

La cabeza a pájaros es el recorrido que Marta Fernández Muro hace, café con hielo y pitillo en mano, mientras los vencejos deshacen su vuelo en el cielo de colores imposibles de la capital, por sus raíces familiares y sus ramas intrincadas, surcadas de dolor y gloria, enfermedad y exilio, joyas y pipas, zorros y plumeros. Marta se detiene en cada nudo, en cada flor, repasando entre saltos un pasado vibrante y distinto, surcado de cardos de San Juan y el calor de la estufa de hierro, besos detrás de la mantilla, chicas que pierden el sombrero, milicianos con ganas de bailar y generosos sultanes.

Con humor exquisito, poso agridulce y nostalgia infinita, la novela embelesa, desde la primera página nos agarra de los pies, nos saca por la ventana, y ¡pum!, ya no estamos entre las cuatro paredes de nuestra casa; volamos y miramos por una rendija, esa grieta por la que decía Cohen que entra la luz, nos asomamos a los recuerdos y las historias de una familia -como todas, peculiar de cerca, triste de cerca, llena de contradicciones, de alianzas, atravesada por un espíritu y una particular forma de ver el mundo-. Tenemos el placer de zambullirnos en sus historias de carne y hueso durante décadas, desde que el bisabuelo Sixto se hiciese con el mando de la vieja Perfumería Inglesa de la Carrera de San Jerónimo. Conocemos a las hermanas Romero, genios y figuras, vivimos embarazos y enfermedades, muertes, duelos y nacimientos, exilios y retornos, la guerra y la bonanza, las incógnitas y las certezas. Como la autora advierte, no todo tiene que ajustarse exactamente a la verdad, ¿pero qué hay más real que aquello que la memoria ha conservado entre toda la chatarra?

Al final, La cabeza a pájaros es, además de tremendamente tierna, divertida y perspicaz, un remolino contra el olvido, el vuelo de mil vencejos dando vida de nuevo a todos los que pasaron por San Agustín y dejaron su huella imborrable. Como decía aquella pintada premonitoria del portal, «te irás tú, se irá tu sombra y yo seguiré contigo».

Imagen de portada | David Yerga/Flickr

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *