Sintió desde bien pequeña fascinación en sus entrañas por la imaginería católica, el ocultismo, el punk y los héroes del pop, casi vive el éxtasis de Santa Teresa gracias a Boy George, dibuja ouijas para hablar con David Bowie, tuvo una tía enterradora, ama el cine independiente norteamericano, rinde culto tanto a Ocaña como a la Jurado, a Sylvia Rivera como a Lorca. Dibujando convoca sus páginas a ídolos presentes y ausentes para una celebración queer incendiaria y poética de la vida y la diversidad. Lo que comenzó en un taller de escritura creativa la condujo a narrar su infancia como niña trans a través de viñetas, remontándose a la época en la que era un bebé verde que, como Dorothy transitando por baldosas amarillas, quería su hueco en el mundo para desentrañar su identidad y saber quién era. Aprendió algo muy valioso: que toda obra de arte es un autorretrato. Está segura de que la cultura pop, el feminismo y el rocanrol pueden salvarnos la vida. Ya lo han hecho millones de veces. Ella es Roberta Marrero y hoy tenemos el placer de charlar con ella en Literaturbia.
Dos de marzo de 1972. Franco todavía vive, España todavía duerme, David Bowie saca de sus tripas a Ziggy Stardust y en la soleada Gran Canaria viene al mundo Roberta Marrero. ¿Cuáles son tus primeros recuerdos de infancia?
Muy vagos, como una nebulosa. Recuerdo a mi madre haciéndome leer en público porque leía muy bien desde muy pequeña. La diversidad de razas y vestimentas en la zona portuaria de Las Palmas. Las imágenes religiosas…
En tu obra autobiográfica El bebé verde (2016) abordas la historia de tu identidad, tu infancia como niña trans y la importancia de referentes tan variopintos en la búsqueda de tu yo como la imaginería religiosa, las películas de terror y los monstruos, las estrellas del rock o el look andrógino y descarado de Boy George. En un mundo donde lo heteronormativo es hegemónico, ¿cómo es la búsqueda de referentes, que en muchas ocasiones están invisibilizados o parecen inexistentes dentro de una realidad gris?
En mí casi los descubrí a través de la cultura popular que para mí tiene una importancia enorme. Beyoncé con la palabra feminista en letras luminosas en sus conciertos, por ejemplo, es un soplo de aire fresco, hace que sus fans que a lo mejor no tienen un vínculo con el feminismo de repente se pregunten qué significa esa palabra e investiguen. O Lady Gaga cantando en la Super Bowl sobre diversidad de género o sexual. La cultura pop es importante porque tiene un alcance instantáneo y masivo.
A modo de diario plagado de frases, ilustraciones, iconos pop y viñetas autorreferenciales hablas en esta obra de tu vínculo con la muerte, las complejas relaciones familiares, la disforia de género o el refugio que supuso el rock´n´roll en tu adolescencia. ¿Cuál fue el detonante de elaborar esta obra y hacerlo en formato de diario infantil?
Todo comenzó en un taller que impartió Aitor Saraiba llamado “autobiografía”. Allí aprendíamos a contar nuestra historia a través de la escritura y el dibujo. En un ejercicio para casa tenías que contar el día en que habías nacido y así surgió la idea de El bebé verde. Escribirlo como un diario infantil es un pequeño truco, decidí hacerlo así porque la gente suele empatizar bastante con la infancia, me parecía que usando ese lenguaje podía llegar mejor al lector.
¿Qué sigue significando la música para ti en tu día a día, tantos años después de ser esa bebé verde con toda la vida por descubrir y muchas baldosas amarillas por pisar hasta llegar a Oz?
La música es parte de mi vida. Muchas gente deja de consumirla una vez que dejan atrás la juventud. Yo la sigo escuchando y consumiendo. No me imagino mi vida sin música.
Es muy interesante tu atracción por el esoterismo, el glamour de las vampiresas y la relación con el dolor, el magnetismo o la oscuridad de las llagas de Cristo, el clavo de Santa Rita u otras escenas religiosas. ¿Ver por primera vez a Boy George con los maquillados también puede considerarse una experiencia religiosa?
Absolutamente. Piensa que España en los ochenta era un país posfranquista, totalmente en blanco y negro. Para mí ver a Boy George en la tele fue como ver a un ser de luz, a alguien que desafiaba las normas de género maquillándose y poniéndose vestidos. Fue mi hada madrina, me enseñó que otro mundo era posible.
Incluyes una frase de Siouxie Sioux que dice que “el punk no es llevar un uniforme. Es hacer lo que quieras y que le follen a todo el mundo”. ¿En qué punto comulgaste con el consejo de Siouxie y te inclinaste por volcar tus inquietudes hacia la vertiente artística?
Como artista ese es el secreto, hacer lo que quieras hacer independientemente de likes es las redes sociales o el mercado del arte. Ser artista es una necesidad, una cuestión vital, algo personal. Tener un estilo radica en encontrar qué decir y cómo decirlo y para eso tienes que actuar solo bajo tu propio criterio, que es algo bastante punk.
El Bebé Verde es un canto a la otredad y una reivindicación de la diversidad. Crees que hoy en día, las infancias diversas nacidas cincuenta años después, ¿tienen referentes suficientes a su disposición? ¿Por qué sigue existiendo, bajo tu juicio, ese miedo y violencia hacia la diversidad?
Hoy en día hay más referentes que nunca porque los “otros” como bastante más visibles de lo que éramos antes. Esa visibilidad conlleva aceptación pero también rechazo, siempre ha existido y siempre existirá. Piensa cuanto llevan los negros luchando por la igualdad y todo el racismo que aún existe, no sé si es parte del ser humano o qué pero es algo que existe y que no podemos obviar: el miedo de algunas personas al diferente.
Para mí una reminiscencia luminosa que desprende tu libro es la importancia de la familia elegida, de verse reflejado en otros para poder conocerse a uno mismo e ir arañando las diferentes capas de tu identidad. Tú das las gracias al punk y al feminismo, a Virginia Wolf, a Lorca y a Ocaña, a Despentes y a Bronté, a las chicas de Stonewall o a Lou Reed, entre muchos otros. ¿Qué hilo común los une a todos ellos?
Que me gustan y me han influenciado y además que todos los que nombras lucharon contra sus supuestos destinos, contra lo que se supone que tenían que hacer con sus vidas.
Tu creatividad ha abarcado facetas muy diversas: en tu adolescencia fuiste diseñadora de camisetas de surf, profesora de dibujo técnico, actriz, dj y cantante. Y hoy en día llevas muchos años como artista plástica y escritora. ¿En qué se diferencian para ti la escritura y el dibujo? ¿Nacen de lugares distintos?
Para mí no. Ambas cosas nacen de la necesidad de expresar algo, que contar una historia. A mí además me gusta crear desde el instinto, no pensar mucho, me resulta muy tedioso revisar un texto mil veces, para mí pierde su frescura aunque esté imperfecto.
Pasando a We Can Be Heroes (2018), en esta completa obra ilustrada creas una genealogía LGTBIQ+ nunca vista hasta la fecha, en el que tienen cabida desde Rocío Jurado a Quentin Crisp, pasando por Eduardo Benavente, Hedwig And The Angry Inch, Annie Jones, Jackie Curtis o La Prohibida. ¿Por qué crees que hasta hace nada algunos de estos nombres se han considerado abyectos, subalternos o poco relevantes dentro del movimiento?
El movimiento LGTB se fue a un lugar un poco conservador, a mi entender, es desde hace poco que se le está prestando atención a las personalidades más grandes que la vida, aquellas que no cabían dentro de una visión normalizadora del colectivo. Ahora es sabido que las revueltas de Stonewall, por ejemplo, fueron a causa de las trans y reinonas callejeras, prostitutas y racializadas, algo que se intentó callar durante bastante tiempo. Lo mismo que en la primera manifestación del orgullo en nuestro país, las que iban adelante del todo con la pancarta eran las travestís y las trans.
Paul B. Preciado califica tu obra de “altar lumpen queer” y afirma en el prologo que lo tuyo es un ejercicio de cirugía ética, de “devolver a cada cual rostro o ayudar a que cada cual pueda hacerse uno propio”. ¿Cómo fuiste invocando los distintos rostros de este libro?
Había una lista de personas que tenían que estar y otras fueron apareciendo según avanzaba la escritura, como Rocío Jurado. De todos modos siempre se te quedan personajes fuera, es inevitable.
Es relevante también como reivindicas las figuras patrias, tanto de los márgenes de la cultura de la Movida como de la España negra, del folclore o de culturas musicales como el flamenco o el punk. ¿Hacen falta menos ídolos yanquis y más referentes cercanos como Paloma Chamorro, Las Vulpes o Lola Flores?
Hacen falta ídolos, independientemente de donde vengan. Pero es verdad que algunas veces miramos demasiado hacia fuera y conocemos poco de lo que pasa o ha pasado en nuestro país, y eso es una lástima. España es un país muy interesante y ha dado cosas que todavía son desconocidas para el público como Las Costus u Ocaña.
En Dictadores (2016) también te atreviste a ponerles lazos y maquillaje a los tiranos fascistas más famosos que ha dado la Historia. ¿Cuál fue tu propósito con esta propuesta artística?
Crear un mensaje de libertad a partir de uno que era justamente lo contrario. En mi trabajo uso mucho las imágenes de poder que curiosamente suelen tener una composición bastante parecida. Desde el Hollywood clásico a las imaginerías católica o fascista siempre me han llamado la atención. Pero mi trabajo suele jugar con el doble sentido, con el cambiar el significado de las cosas. Ponerle un lazo de Hello Kitty a Hitler es de todo menos arte fascista, más bien lo contrario.
A través de tu página web expones y vendes una prolífica obra gráfica en la que predominan tus héroes y heroínas rodeados de anotaciones, poemas, garabatos y pensamientos. ¿Cómo es el proceso de creación?
Me viene una idea a la mente y me siento y la plasmo en el papel. Yo no pienso mucho cuando trabajo, dejo que el inconsciente haga su parte, luego lo que hago está lleno de significados porque mi mente es rica y todo se cuela en el proceso creativo, pero soy bastante primaria.
firmaste con razón en el preámbulo de We Can Be Heroes que lo que nos oprime a todos es más o menos lo mismo: “lo heteronormativo como ley sálica y la supremacía del hombre blanco sobre todas las razas”. ¿Qué papel ha tenido el feminismo en tu vida?
Me ha ayudado a entender como funciona el machismo y así poder desconectarlo de mi vida en la medida de lo posible.
Al igual que tus libros son algunas “grietas por las que puede entrar la luz” de las que hablaba Cohen, ¿qué obras actuales de ilustración, narrativa, música, cine y un largo etcétera contribuyen a tu parecer a un mundo menos oscuro y plano?:
Yo consumo mucha cultura pero no tengo un especial afán por ser contemporánea. Es decir, compro libros o veo cine o series pero no tienen que ser de máxima actualidad. De lo que he descubierto hace poco resaltaría la obra poética de Olga Orozco y la novela gráfica Lo que más me gusta son los monstruos de Emil Ferris.
Mirando en el futuro cercano, ¿qué proyectos artísticos y literarios se asoman en el horizonte?
Acabo de clausurar mi primera exposición en solitario en París y allí también participaré en una expo colectiva en el MACVAL a finales de este mes de Marzo. Aparte seguiré dibujando y viviendo, que no es poco.
Y para terminar: en el caso de un apocalipsis zombie y de la sola posibilidad de rescatar una película, un disco y un libro, ¿quiénes serían los afortunados?:
Rescataría “Hedwig and the angry inch”, el disco “I see you” de The XX y de lectura me llevaría “El funcionario desnudo” de Quentin Crisp.