Siete poemas de Ana Pérez Cañamares

Tres poemas inéditos de Ana Pérez Cañamares

La poesía no se vende, se defiende. Ana Pérez Cañamares (1968) nació en Santa Cruz de Tenerife y vive en Madrid. Enarbola una poesía como arma de rebeldía, como una genealogía de lo cotidiano y sus aristas, un muro de versos cómplices en los que cabe el sexo, la muerte, las ciudades, la familia, la precariedad, la memoria, una pistola contra un sistema podrido que aplasta y asfixia. Sus libros son rincones donde (re)conocerse como espejos de bolsillo, con ternura y crudeza.

Ha participado en numerosas antologías de relato y poesía. Entre otras: Por favor sea breve; Beatitud. Visiones de la Beat Generation; Al otro lado del espejo. Narrando contracorriente; Resaca/Hank Over. Un homenaje a Charles Bukowski; 23 Pandoras. Poesía alternativa española; La manera de recogerse el pelo. Generación Bloguer; Tiros libres. Relatos de baloncesto, o En legítima defensa. Poetas en tiempos de crisis.

La amplia obra de Ana Pérez Cañamares abarca libros de relatos En días idénticos a nubes y los poemarios La alambrada de mi boca (2007), En días idénticos a nubes (2009), Alfabeto de cicatrices (2010), Entre paréntesis (2012), Las sumas y los restos (2013), Economía de guerra (2014), De regreso a nosotros (2016), Ley de conservación del momento (2016) y El espejo discreto (2018). Parte su obra poética han sido traducida al inglés, griego, polaco, croata y portugués. Desde 2006, administra el blog El alma disponible.

Hoy, compartimos en Poetizando siete de sus poemas. Pero te avisamos: una vez leas a Ana Pérez Cañamares no te la podrás sacar de las tripas.

Siete poemas de Ana Pérez Cañamares

Me arranco las bragas

negras de la tristeza.

Las dejo al pie de la cama

como un perro roto.

Ya se compondrá después

cuando haya que disfrazarse

para la alegría o la nada.

(De Economía de guerra)

 

Mientras todos acuden a la cafetería,

en el lavabo llora un funcionario

Isabel Pérez Montalbán

Para Daniel Macías y Mar Herrera

No soy esta que veis palidecer

bajo el fémur tibio del fluorescente.

Tampoco la mujer que oye dar las tres

como el gong del martillo absolutorio

o la bala de un fusil encasquillado.

Ni la que escribe frases sin amor

y firma igual que quien mata una mosca.

Ocupo mi silla antes de que el sol

me bendiga la frente con un beso

y salgo a la calle infiel y huérfana.

Toso el virus de la resignación

cuando el mar es un rumor clandestino

y los lirios burlas del carcelero.

Soy quien sueña llegar a la vejez

para dejarse adoptar por gallinas

y vivir en la luz de las mañanas

que ahora abandono en la casa de empeños.

(De Economía de guerra)

.

GENERACIONES

Antes de morir, mi madre dijo mamá, ven

mientras me miraba sin verme;

yo dije mamá, quédate 

abrazando su cuerpo diminuto

envuelto en pañales y olor a talco;

mi hija dijo mamá, no llores

y me acarició la cabeza consolándome.

Cuando mama murió, durante unos segundos

no tuvimos muy claros los lazos  que nos unían

no supimos quién se había ido

y quién se había quedado

ni en qué momento de nuestras vidas

estábamos viviendo

o muriendo.

(De La alambrada de mi boca)

*

Abro la mirada hasta la profundidad del pozo

que se traga mi nombre que engulle

la multitud de las dos de la mañana

veo muy bien su deriva de barcos

su desorientación de delfines

nadando desesperadamente

al filo del fin del mundo

adivino la impaciencia del durmiente

con la casa amueblada de voces

las jóvenes van vestidas

para los funerales de su infancia

y ese chico que pasa en bicicleta

con los músculos a punto del guepardo

pedalea hacia la colcha que colorea su cansancio

la calle hierve y nadie me ve

siempre vivimos todos

un poco anclados en un lunes

un poco con el ritmo roto

de guijarros arrancados al lecho

venís hacia mí pequeños planetas

ternuras torpes de tatuajes y pintalabios

y yo no puedo daros más que mi mirada

romperos el currículum

abrazaros la biografías

nada de lamer manos

nada de soltar mordiscos

soy un perro por fin indiferente

soy un dios con dolor de pies

soy el nadie al que no adeudais nada

soy el espejo discreto

del bar al que vais los vampiros.

(Inédito)

*

Existe una corriente que no se nombra:

no hay palabras para dar a luz el agua.

Por qué vía arribar al envés

donde nos levanta lo invisible.

No te conté nunca de aquella ocasión

en que te vi tan bello que no pensaba

en sexo, sino en ángeles.

Más tarde quise follarte como quien

recoge flores silvestres, pero no me atreví.

Desnuda de nosotros preparé el desayuno.

Una noche oí llorar a un niño

y deseé ser Herodes, y después

una madre piadosa que cocinara el cansancio.

La distancia ahogó el llanto.

Y no le digo a nadie de este deseo loco

que no sé si es de vida o de muerte

o de una inmortalidad que me atraviesa

la garganta como una espina de pescado.

Como si un barco me esperara

como si mi corazón fuera una bomba

como si un perro gimiera por mí

o el mar que no respiro supiera la respuesta.

Da miedo saber que sabéis de lo que no hablo.

Da miedo saber que hay tanta fiesta

en la que bailamos solos al compás

de una música que nadie toca lejos.

Bajo el mar los icebergs son palacios

con salones del tamaño de mazmorras.

Nos decimos, nos besamos, comemos y somos

en la superficie donde casi nada pasa.

Y cuando nos sacude un maremoto

apenas recordamos que el destino

del palacio era hundirse y arrastrar

la paz de la piel en su parábola.

Sólo mostramos el índice:

el resto del libro está escrito con agua y sal.

Siempre estamos todos en otro sitio.

(Inédito)

*

HIJO MÍO

Que soy libre, me dicen.

Pero si quisiera tener otro hijo

tendría que llevarlo al Banco de la esquina

porque suya es mi casa.

Mi niño llamaría padre al director

y madre a la cajera

aprendería a andar con una silla de oficinista

dormiría en un cajón del archivador

y yo sólo sería un pariente lejano

que le sonreiría desde mi puesto en la cola.

Me pasaría de vez en cuando con la excusa de ampliar la hipoteca

sólo para ver qué tal me lo crían

cómo le afecta el aire acondicionado

si sabe poner un fax

y si el director le regala un juego de sartenes

por su cumpleaños.

(De La alambrada de mi boca)

*

Para Varsovia

Estoy tomando una cerveza

frente a lo que fue tu casa.

Ahora tu casa es un símbolo

y los símbolos no son habitables.

Para ti debió de ser

lo que nunca tendrían

que dejar de ser las casas:

entrechocar de platos

risas que estallan

sábanas estiradas para proyectar

la película velada del sol:

una película que habla de felicidad

o cuanto menos

de la seguridad de un refugio.

Refugio del trasiego y los ruidos de la calle.

Nunca del horror.

A través de los visillos

el horror no se presupone.

 

Me cuentan historias. Soldados

lanzando niños a través de las ventanas.

Soldados cortando barbas y patillas

a navaja, en la calle, carnavales de humillación.

Me cuentan historias, pero tu casa

no parece propiedad del infierno.

Está vieja, sí, y hay algún agujero de bala

bajo un alféizar, como marcas de los dedos de dios

al hundirse en arcilla. Distinguiendo

a los elegidos de los condenados.

A pesar de todo, como todas las casas,

sigue teniendo algo

de tierno y de inexpugnable.

Estoy bebiendo una cerveza.

No a mi salud, ni a la tuya.

¿Qué podría decir de ti?

De ti no tengo recuerdos

y siento pudor de imaginarte.

Tengo memoria de la humanidad.

Aún la tengo. Y tengo también una casa.

La recuerdo ahora: los platos

las sábanas, las cortinas, la puerta:

el foso que ningún ejército

ha puesto a prueba. Los tesoros

que me delatan como ilusa propietaria.

 

Pero más allá o más acá de las casas

hay un lugar. Un lugar que

aunque queramos compartir

aunque quieran invadir

no es un territorio ni una ruina.

Es el lugar al que escapaste

un segundo antes de que la puerta

fuera derribada. O un segundo después.

Cuando comprendiste que las casas

pueden parecernos un universo

pero ni siquiera son un país.

Y un grito en otro idioma

las derrumba como cabañas de paja.

No soportan la violencia de los extraños.

 

Tiene que haber un lugar.

El lugar que no me revela tu foto.

El lugar que otros no destruyen

con palabras o con bombas.

Rata allí no significa nada.

El dolor puede nublarlo

pero no lo tapia.

Es el gueto que levantamos

dentro de nosotros.

La tumba que elegimos ocupar.

No la que nos señalan.

 

El búnker dentro de ti.

(De Las sumas y los restos)

Imagen de portada | Twitter de Ana Pérez Cañamares

Fuente | La Tribu

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