Ramón Sampedro (Porto do Son; 5 de enero de 1943-Boiro; 12 de enero de 1998) fue un marinero gallego que, aquejado de tetraplejia desde los 25 años, lucho por la defensa de la eutanasia y fue el primer ciudadano español en solicitar el suicidio asistido al considerar que cada persona tiene derecho a disponer de su propia vida. Gracias en gran parte a la película Mar Adentro, dirigida por Alejandro Amenábar y una de las películas de la historia que más premios Goya se llevó para casa (14), son muchas las personas que conocen su historia o han escuchado el poema homónimo que da nombre al filme recitado en sus labios, que en la película eran pronunciados por un espléndido Javier Bardem.
Ramón Sampedro fallecía el 12 de enero del 98 a causa de la ingesta de cianura potásico, para lo que contó con la ayuda de su amiga Ramona Maneiro. Su producción literaria en forma de cartas, escritos y poemas está recogida en dos obras: Cartas desde el Infierno (1996), donde agrupó su obra hasta ese momento y el poemario Cuando yo caiga, publicado a título póstumo en 1998 por Edicións Xerais.
Sus versos tienen un marcado corte naturalista, ahondan en la importancia del amor, los placeres de la vida, la conexión con la naturaleza y la libertad y la paz que llegarían con el abandono de su cuerpo. Algo que finalmente consiguió pero cuya batalla por el derecho a la eutanasia sigue sin resolverse, veinte años después de su muerte. Hoy, compartimos contigo uno de sus más destacados poemas.
Cuando yo caiga, por Ramón Sampedro
Cuando yo caiga, como fruto maduro del árbol de la vida,
dejadme allí mismo, donde yo caiga,
para que me abrace el sol y el viento y la luna,
que la vida me devore mordisco tras mordisco.
Que cada cual recoja el amor que me dio:
la luz, su luz; el agua, su agua,
la tierra, su ceniza; su espíritu, el viento.
Que coja cada cual lo que precise.
Pero que no me esconda la codicia humana
en el calabozo de los muertos, en una jaula sagrada
aferrada a un recuerdo, llorando como un niño
que no quiere devolver lo que se le prestó.
De la semilla al fruto fui empujado por el amor,
cuando vuelva al origen, derribado o caído,
amigo o enemigo, que no te cause espanto,
aunque te parezca que ya no tengo vida,
no es que esté muerto, me estoy recreando.
No me cubras de tierra, ni me metas en un nicho.
Si no quieres verme, llévame a campo abierto,
déjame mirando al cielo para irme esparciendo
entre todo lo que quiera llevarse de mí algo.
Un gusano, una mosca, un pájaro cualquiera…
hasta que me consuman por amor regalado
para empujar la vida soñando pero libre,
que cada uno recoja lo que me dio prestado.
Así, cuando caiga, dejadme caído
para retornar a la vida allí donde yo caiga.