Desollando a Betty Friedan

Reseñamos Malditas, la magnífica obra de Itziar Ziga

Deslenguada, viva, mordaz, caustica y brillante. Así es Itziar Ziga, una de las voces transfeministas más locuaces, necesarias y divertidas de nuestro tiempo. En esta joya llamada Malditas, una especie transfeminista, publicada por la editorial vasca Txalaparta, la autora escupe, y con mucha razón, sobre los pilares de ese feminismo ilustrado, institucional, blanco, burgués y heterosexual que se alza por encima de las voces disidentes. Como sus bastardas heroínas, antes muerta que callada, nos lleva de la mano hacia una nueva genealogía radical, queer, racial, pobre, rebelde, insurgente y soñadora. Itziar vuela hacia a los márgenes para hacernos más libres con la historia de ocho mujeres guerreras olvidadas e incluso rechazadas por la corriente hegemónica del movimiento. Mujeres que se rebelaron contra todas las las desigualdades que perforaban sus vidas y las del resto.

Qué responderían si les dijera: ¿en qué se parecen una mujer occidental, cisgénero, de clase media con estudios, monógama y sana a una mujer trans, negra, pobre, lesbiana, con VIH o con diversidad funcional? Y no, no es un chiste de humor negro. Por supuesto, ambas comparten el problema de la desigualdad de género en distintos grados, pero la segunda está atravesada por múltiples desigualdades de raza, clase, u orientación sexual, entre otras. El transfeminismo recoge el legado anterior y con astucia, sabe que para ser más fuertes y estar más unidas y empoderadas, es necesario cambiar el sujeto político y recoger en él la diversidad de miradas, de cuerpos y de vivencias, lejos del paternalismo, la condescendencia y los corsés del feminismo blanco, limitante y burgués de Betty Friedan, Andrea Dworkin o Amelia Valcárcel. El libro de Itziar Ziga muerde, ladra, aúlla, sangra y se libera, como su manada de perras gritando alto: ¡qué le jodan al abolicionismo, al neoliberalismo, a la Ilustración!

Malditas huye como de la pólvora de moralismos y academicismos para rescatar este puñado de gestas palpitantes, salvajes como chorros de vida, relegadas al polvo y a la nada por los libros de historia. No hay que olvidar que casi todos ellos están escritos desde el imperialismo, la superioridad racial, la mirada heterocentrista, el absurdo binarismo, el control estricto de la disidencia. A través de estas páginas vivirás el épico taconazo de Sylvia Rivera, la activista transexual que peleó contra la policía fascista en los disturbios de Stonewall, disfrutarás el dardo a la asquerosa sociedad patriarcal estadounidense que supuso la publicación de Manifiesto SCUM de Valerie Solanas, y vibrarás con el estremecedor «¿Y acaso no soy una mujer?» de Sojourner Truth, la heroína que peleó contra la opresión económica, racial y colonial de las mujeres negras de su tiempo.

El abanico que abre Malditas es amplio y se detiene en toda clase de colores para matar a todas las opresiones. Desde la anarcofeminista e incansable Louise Michel y su incuestionable legado a la Revolución a la contribución de Annie Sprinkle, madre de la postpornografía y el movimiento pro-sex, voz imprescindible para la apertura de placeres, prácticas y cuerpos, el apoyo a las activistas sexuales y la lucha contra la violencia ejercida sobre nuestra Tierra, pasando por la valentía incondicional de nuestra galega mágica Laura Bugallo, una vida en constante reescritura y lucha, sin abandonar nunca la denuncia de la opresión estructural que sufren a diario mujeres transexuales, inmigrantes o lesbianas, también dentro de esa izquierda que se dice libre y plural. Conocerás a la incombustible Kathleen Hannah, y su punk bestial nacido en los sótanos que volvió a demostrar, una vez más, que lo personal es político, revivirás a una Olympe de Gouges dramaturga y activista, defensora de las clases populares, única mujer condenada a la guillotina por los jacobinos a causa de defender sus ideas.

Si tienes esta genealogía entre las manos, es probable que desde el comienzo notes su calor. Ese fulgor que emerge de la encrucijada de opresiones y estalla, como un volcán, una aurora boreal o el mejor de los orgasmos, para iluminar a todas las que siguen luchando. Como dicen por ahí, nuestra venganza será la alegría. Gracias, Itziar.

Imagen: La activista Sylvia Rivera

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