Oler entre las manos Hurra, la nueva novela de Ben Brooks (Blackie Books) es un ritual mágico, el anticipo de una historia entrañable y rara como la vida misma, marcada por el duelo, las grandes derrotas y las pequeñas victorias de la vida contemporánea. Daniel, su protagonista, escupe sus andanzas y pensamientos a modo de diario desde que su hermana menor, Ellen, se suicida tirándose desde un aparcamiento de varias plantas. En medio, encontramos retazos de diarios, sueños, cartas de despedida o llamadas telefónicas. Cabe subrayar lo especial que era Ellen, demasiado tal vez para un mundo de mierda donde el libre albedrío no existe y Harry Potter y los dos Murakamis no se dignan a asistir a tu entierro.
Si lidiar con la muerte y el duelo no es una tarea sencilla en sí misma, mucho menos lo es en una familia caótica y disfuncional en la que tu padre vive atrincherado en una tienda de campaña en el jardín obsesionado con los pumas, tu hermano es un adorable fanático del alcohol de toda clase y tu madre sufre cambios de humor poco convencionales. Hurra por los mundos paralelos donde no existe el dolor y los cuerpos se reducen a dados. Hurra por recorrer Europa en la búsqueda de tus raíces. Hurra por encontrar a una chica que te entiende y te rescata, en cuya clavícula te podrías refugiar hasta de los osos polares. Hurra por los sándwiches de tres pisos y las birras para desayunar. Hurra por los recuerdos líquidos de la infancia, descoloridos como fotografías de Polaroid. Hurra porque Berlín, París y Barcelona cicatricen lo terrorífica que es, muchas veces, la vida.
Hurra es una radiografía (im)perfecta de los dolores y las trampas del mundo de hoy en día. Hurra es como una autopsia de la montaña rusa de las emociones, el pánico a sentir tristeza, el ansia de engancharse a otros cuerpos para no sentir el vértigo, beber para anestesiarse. Hurra es cáustica y agridulce, como una familia siempre al borde del colapso, salpicada por las dudas, los secretos biológicos, el fracaso crónico. Y la muerte inesperada. Hurra es el retrato en primera persona de un joven rebelde y sensible, con un mundo interior salpicado de invenciones y agujas, planetas y penas que escuecen. Lo que en Lolito -esa genuina oda al atrincheramiento doméstico y a la búsqueda de conexión humana por Internet- curaba el sexo mejor o peor, aquí lo hace la huida. Porque viajando por otras ciudades agitadas, tristes o divertidas, Daniel, Adam y Saskia se evaden de sus miserias y se comprenden mejor a si mismos, mientras buscan un lugar para que las cenizas de Ellen vuelen libres, lejos de los problemas de este lado de la piel.
Hurra es sobrevivir bebiendo whisky por las mañanas. Hurra es querer a tu familia a pesar de todo, aunque estén chiflados. Hurra es un ladrido y un bocado contra el dolor. Hurra es contemplar el mundo desde lo alto del Tibidabo, irse de casa, echar de menos, guardar el amor en la sangre como un tatuaje casero. Hurra es escapar para encontrarse, volver a la infancia y hacerse mayor. Hurra es escupir contra el tiempo, lamer las heridas, subirse al avión y cruzar los dedos para que en una capa del tiempo menos mala, las cosas salgan mejor. Hurra ya es una estrella que salió del estómago de Ben Brooks y que ilumina a todos los que alguna vez estuvimos tristes.
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