La protagonista de Entrañas, primera novela de Danele Sarriugarte, que vio la luz en euskera en 2014 y años más tarde ha sido publicada en castellano por Reikiavik Ediciones, derrama todo su interior en las hojas de este libro, unas páginas que podemos leer a modo de diario o monólogo interior de una joven empapada de los problemas e inquietudes de una sociedad entera: la precariedad, el deseo, el feminismo, la autodestrucción, el alcohol o las amistades.
Las reseñas que dicen eso de «pese a la juventud de su autora» dan ganas de vomitar (y utilizan mal la locución). Qué coño, Danele Sarriugarte escribe como quiere, con lucidez y descaro, nos regala una prosa aventajada que alumbra y raja las vísceras, pone sobre la mesa dilemas románticos, encrucijadas vitales, adicciones a sustancias y personas, el poder superior e inmitable de la atracción o el placer sobre los humanos, el reflejo de las emociones en los líquidos de nuestro cuerpo. Habla de juventud y herida, de espinas y futuro incierto, de la influencia de los roles de género en nuestra vida, de olvido y de ruptura, de lo que dejamos atrás cada vez que tomamos decisiones. Y lo hace sin parentésis, sin dejar fuera de la ecuación lo explícito y carnal, lo que se pudre, la parte venenosa de nosotros mismos o el humor negro como perspectiva vital.
Entrañas se lee del tirón y como toda buena historia, se sirve de sucesos pequeños y de la óptica particular de su protagonista para extraer algo valioso. La incertidumbre de ser jóvenes, la felicidad momentánea de la barra del bar, los clavos y las jaulas que rodean nuestro cuerpo y la dificultad de la comunicación con los otros son píldoras que se meten bajo nuestra lengua con el avance de sus páginas. Hasta nuestras entrañas.